Invitado por la Feria del Libro de Minería, el escritor halló con lectores el título de su nueva obra
Arturo Jiménez y Mónica Mateos-Vega
Durante una hora, el escritor José Emilio Pacheco instauró la democracia en la Antigua Capilla del Palacio de Minería e hizo que los asistentes votaran para ayudarlo a decidirse por uno de cinco títulos posibles para su próximo poemario.
Era la primera vez que el autor de Lasbatallas en el desierto asistía como invitado a la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, que en estos días cumple su edición número 30.
El título ganador para la nueva obra del poeta, por mayoría, aún sujeto a la decisión de la Editorial Era, fue: La edad de las tinieblas. Atrás quedaron Todo se va, El desorden de los factores, El arte del estrado y Nada de esto.
Pacheco compartió con sus lectores-votantes varios de los versos que incluirá en La edad de las tinieblas, poemas en prosa que incluyen textos líricos, ensayísticos y narrativos, los cuales verán la luz este año.
En los poemas Para qué y Noche de insecto el escritor compartió sus sentires, como: Para ser dios, a la palabra odio le falta una letra y le sobra otra.
Este año será singular para el poeta, pues aparte de cumplir 70 años de edad, en junio lanzará otras dos obras para completar una tercia: El mar no tiene dioses y El libro de las aproximaciones, compilación que reunirá los trabajos completos de traducción en los que ha participado y que recorre desde cuentos en inglés hasta haikus contemporáneos.
Sin embargo, este fin de semana Pacheco no se consideró un escritor prolífico, ya que, argumentó, tenía nueve años de no publicar. Ante los cada vez mayores contratiempos de la vida cotidiana, aclaró: No he pensado dejar de escribir, pero cada vez es más difícil.
El poeta reflexionó con el público acerca de sus preocupaciones por la violencia que afecta al país, la contaminación ambiental y el caos vial de esta ciudad tan fea.
Hasta se dio tiempo para firmar algunos libros y visitar la sala de prensa, acompañado de su esposa, la escritora y periodista Cristina Pacheco,
También compartió lo que él considera su falta de ingenio para las entrevistas, a diferencia de Jorge Luis Borges. dijo
Mientras ponía su firma en un volumen, Pacheco comentó a La Jornada que era la primera vez que participaba en la feria de Minería como invitado, pero muchas veces la he visitado como comprador, aclaró.
El encuentro, pensado no como presentación ni conferencia, sino como plática con lectores, fue moderado por el director de la feria, Fernando Macotela, quien refirió estar ligado por una amistad personal y generacional con el autor de Morirás lejos.
En la mesa de la Antigua Capilla, Macotela señaló que también convenció a José Emilio Pacheco de festejar su cumpleaños en el Palacio de Minería.
A pregunta de La Jornada, el también ensayista señaló la importancia de la traducción como ejercicio: Es practicar sin escribir lo propio. Imagínate si dijera: Voy a escribir un poema al día, pues publicaría al año 10 libros horrendos.
Durante el diálogo con el público, Macotela abrió la sesión de preguntas al interrogar al poeta sobre la que ha sido su obra más leída: Las batallas en el desierto, y sobre la imagen que guarda de la ciudad de México, 30 años después de aquella primera edición.
“Es una tristeza enorme. Es una falta de respeto para los seres humanos tener una ciudad fea, horrible, que se ha vuelto inhabitable. Lo único que permanece de aquella ciudad es la memoria que guardamos de ella.
La ciudad que escribí en 1981 era ya una ciudad que no existía. Pero ahora, la ciudad que existía en 1981 tampoco existe ya, respondió.
Un joven lector mostró inquietud por el concepto de la memoria como recuerdo y como olvido en la obra poética de Pacheco, a lo cual el novelista respondió: Es que toda la poesía es memoria.
Al término de la charla, Pacheco firmó libros a sus lectores, la mayoría jóvenes. Éstos sorprendieron al escritor al traer consigo ejemplares de las primeras ediciones. Se mostró agradecido de que hayan decidido dejar un sábado de diversión para platicar con él.
Tal día como ayer, hace 70 años, murió en el destierro de Collioure (Francia) el poeta Antonio Machado. Salía desde Cataluña hacia Francia junto con miles de republicanos derrotados que formaban aquella inmensa columna, todavía hostigada por la aviación alemana al servicio de Franco. Iba con su anciana madre, con su hermano José y la compañera de este. En un cuaderno de notas poco conocido y apenas difundido, José, que era pintor, relata los últimos días del poeta.
Cuenta José las penalidades del camino hasta llegar a la localidad de Cerbére, donde se refugiaron en la cantina de la estación. "Allí el espectáculo que se ofrecía a los ojos era desolador. Los españoles caídos y deshechos, sin dinero, éramos tratados por los mozos de aquel establecimiento con tan innoble y repugnante desprecio, que lo primero que preguntaban era si teníamos dinero con que pagar. En caso negativo, no daban ni un vaso de agua. Esto sucedía en la cantina.
En los andenes de la estación, todavía peor, porque se sufría el acoso de los gendarmes, que no se ocupaban más que de formar las levas para los campos de concentración, separando a los hijos de los padres y a las mujeres de los maridos. Y todo esto de la manera más bárbara y brutal".
Tras su muerte, su hermano José encontró un papel con las últimas anotaciones del poeta
En el cuaderno de notas que escribió, ya en Chile, para sus hijas y su hermano Manuel, añade José que "fue un verdadero milagro que escapásemos a las garras de estos esbirros, verdadera vergüenza de la especie humana". Se refugiaron en un vagón arrumbado en vía muerta. "Así fue la entrada del poeta Antonio Machado y la madre, en Francia, gravemente enfermos y sin un solo franco en el bolsillo: casi desnudos, como los hijos de la mar".
Con el horizonte cerrado
Al atardecer del día siguiente, cambió su suerte. "Corpus Barga, uno de los mejores amigos que nos acompañaron en el éxodo, logró llegar a Perpigñan, y regresó (con posibles) para llevarnos al cercano pueblo de Collioure.
El comportamiento de este generoso amigo llegó hasta el punto de coger en brazos a nuestra madre y llevarla desde la estación al pueblo por la ancha calle que lo cruzaba y que terminaba en el mar. Por allí marchamos todos con ellos. Siguiendo este camino, llegamos a la plaza principal, donde, ante un pequeño arroyuelo, se levanta el pequeño hotel Bougnol-Quintana, en el que quedamos alojados".
El último verso de Machado decía así: «Estos días azules y este sol de la infancia»
Era la noche del 28 de enero y aquella sería la ultima morada del poeta. Recibió, del secretario de la embajada española en París, los medios para hacer frente a las necesidades más apremiantes. "Transcurrieron unos días añade José en los que el reposo material pareció aliviarle la afección del corazón. No obstante veía claramente que se aproximaba el final de su vida. Pensándolo decía: Cuando ya no hay porvenir, por estar cerrado el horizonte a toda esperanza, es ya la muerte lo que llega".
"No podía sobrevivir a la pérdida de España. Tampoco, sobreponerse a la angustia del destierro. Este fue el estado de su espíritu el tiempo que aún vivió en Collioure. Sin embargo, unos días antes de su muerte, me dijo ante el espejo, mientras trataba en vano de arreglar sus desordenados cabellos: Vamos a ver el mar.
Esta fue su primera y última salida. Nos encaminamos a la playa. Allí nos sentamos en una de las barcas que reposaban sobre la arena. El sol de mediodía no daba casi calor. Era en ese momento único en que se diría que el cuerpo entierra su sombrabajo los pies".
Al cabo de un largo rato, el poeta, señalando una de las humildes casitas de pescadores, le dijo a su hermano: "¿Quién pudiera vivir tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación". Después se levantó trabajosamente y, en silencio, regresaron al hotel. Dos días antes de su muerte, escribió una carta a su querido amigo Luis Santullano. Ya inmóvil, en la cama, la muerte le sobrevino la tarde del 22 de febrero, miércoles de ceniza.
«No podía sobrevivir a la pérdida de España ni sobreponerse a la angustia del destierro»
"La noticia se propagó rapidísimamente añade José, y en las primeras horas de la mañana siguiente recibí una emocionada carta del insigne escritor Jean Cassou, solicitando en su nombre y en el de los escritores franceses, que el entierro se verificase en París. Pero, agradeciendo infinito este homenaje de la Francia inmortal, decliné tan grande honor, pues, aunque en esos momentos estaba lejos de los demás hermanos, creí interpretar así los sentimientos de todos, mirando más que nada la sencilla y austera manera de ser del poeta. Y así preferimos que durmiese el último sueño en el sencillo pueblo de pescadores de Collioure".
Y añade José que al entierro se sumó todo el pueblo, con su alcalde a la cabeza. "Pero lo más emocionante fue que seis milicianos, envolviendo el féretro con la bandera de la República española, lo llevaron en hombros hasta el cementerio. Y téngase en cuenta que para realizarlo tuvieron que escapar de la implacable vigilancia del tristemente famoso castillo de Collioure, donde con tan injusto rigor se les trataba".
Madre y niña
Quedó el poeta en la tumba de la familia de una buena señora, amiga íntima de la dueña del hotel. La madre, muy enferma y agotada, yacía en la cama. "Volviendo por un momento a la realidad, me preguntó llena de angustia, mirando al lecho que había quedado vacío: ¿Qué ha sucedido? Traté de ocultárselo. Pero a una madre no se la engaña y rompió a llorar como una pobre niña. Dos días después, sus bellos dulces ojos se nublaron para siempre".
Algunos días después, José halló un papel arrugado en el gabán del poeta. En él había escrito a lápiz tres anotaciones. "La primera reproducía en inglés las palabras con las que comienza el famoso diálogo de Hamlet: "Ser o no ser". La segunda tenía sólo un renglón. Pero en este renglón se veía escrito el último verso que escribió en su vida. Dice así: "Estos días azules y estesol de la infancia".
Y en la tercera y última, Antonio Machado reproducía completos estos versos suyos, ya publicados, pero en los que introducía unacorrección:
"Y te daré mi canción:
Se canta lo que se pierde
con un papagayo verde
que la diga en tu balcón"
La corrección consistía en decir "te daré" en vez de "te enviaré o te mandaré mi canción".
La vida de Marcos Ana es un poema colectivo de hombres y mujeres que, según Saramago, “cerrando los labios y los dientes bajo los extremos de la tortura, reinventaron la dignidad humana en los lugares donde, según el catón de los criminales, deberían acabar perdiéndola”.
David Fernández
Fernando Macarro Castillo nació en 1920 en una aldea salmantina, al regazo de una familia de jornaleros “pobrísimos”. Con seis años, de la mano de su hermana Margarita, viaja a Alcalá de Henares, donde se pone a trabajar, y a los 15 participa en el congreso que funda las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). La Guerra Civil marca su adolescencia: el 8 de enero de 1937 los junkers alemanes bombardean Alcalá y él recoge de entre los escombros el cadáver de su padre. Aunque aún es menor, decide enrolarse en la defensa de Madrid “como una manera de comprometerme más por la muerte de mi padre”. Y en 1939, tras escaparse del campo de concentración de Albatera, que retratara Max Aub en su Laberinto mágico, es detenido en Madrid, acusado de dirigir la JSU. No saldría de prisión hasta 1961, después de unas campañas internacionales clamando por su libertad, siendo el preso de la guerra civil que más años pasó entre rejas. Sus años de cautiverio, con dos sentencias de muerte a cuestas y sufriendo tras los muros la muerte de su madre a los pies de la prisión, nada más conocer la segunda de ellas (dictada tras presentarse como responsable de una publicación en la cárcel para festejar el Primero de Mayo de 1943), fueron siempre una demostración de dignidad.
En la cárcel fue el aliento constante de los demás presos, a quienes incitaba a levantar la cabeza y no bajar los brazos. Estuvo 22 años encarcelado, mientras sus versos salían como pájaros libres de la prisión, en boca de compañeros o escondidos entre papeles, hasta conseguir liberarle a él. Así se fue forjando este poeta –cuyo nombre es un homenaje a sus padres–, uno de los más humanos e íntegros que vio el siglo XX. Él recuerda: “El día en que salí en libertad, los compañeros se amontonaron a la puerta del patio y recuerdo que me decían: ¡no nos olvides! Eso que para ellos era una esperanza, para mí es un compromiso que yo cumpliré toda la vida. Porque allá donde voy, ellos vienen conmigo. Y por eso me siento un hijo de la solidaridad y dedico a ella todo mi tiempo”.
América Latina en el corazón
Al salir de prisión, cruza el charco para agradecer la solidaridad que le brindaron los pueblos latinoamericanos. Allí le espera un recibimiento multitudinario y conoce a Neruda, a buena parte del exilio español y a tantas otras figuras políticas y culturales que le hacen estrechar unos lazos inquebrantables.
“En las cárceles chilenas, uruguayas y argentinas –nos cuenta– pasaban mis poemas clandestinamente a sus prisiones y decían “¡como Marcos Ana hay que resistir!”, y no puede haber nada más gratificante que te digan esas cosas, que te dieras cuenta de que un papel que tú habías escrito en una prisión servía para alentar el corazón de otros, en circunstancias semejantes”. Y concluye: “No sé si mis versos eran buenos o eran malos, lo que sé es que eran versos necesarios, porque contribuyeron a movilizar al mundo por mis compañeros”.
La vida en la cárcel
Para Marcos Ana hubo dos partes en su vida en prisión. “La primera duró hasta el ‘44, que fue un periodo de supervivencia, donde no sólo morías en paredones de eje cución, sino que te encontrabas por la mañana cuando despertabas con compañeros al lado que habían muerto de hambre, o de frío, o producto de las torturas, o de infecciones... Fue una época terrible en la que te comías la hierba que salía entre las baldosas del patio. Y la segunda época es a partir de que el ejército soviético rompe el espinazo del ejército alemán en Stalingrado. Entonces los guardianes estaban desmoralizados, porque comprendían que la guerra no la iban a ganar ellos. Se acercaban a nosotros justificándose, y hablándonos mal de otros guardianes... Y así hicimos de la cárcel una universidad”.
En la cárcel vivían en comuna, perfectamente organizados entre compañeros, y se daba la paradoja de que “a veces, al salir a la calle, había quien quedaba completamente hundido en la soledad”. En Burgos, el poeta funda una tertulia, La Aldaba, de la que pronto nace su propia revista. “Allí empecé a escribir mis poemas”, apunta, “que luego los sacábamos por esos caminos milagrosos que abríamos en la noche de nuestras cárceles. Nunca publiqué en ninguna editorial; los que los sacaban a la luz eran los comités de solidaridad”. Con el tiempo, la ilusión y el esfuerzo, los reclusos consiguieron montar una obra de teatro sobre la vida de Miguel Hernández. “En la prisión luché mucho contra esa división entre presos políticos y comunes. Había entre los presos políticos una tendencia a menospreciarlos. Y ellos eran presos sociales, gente joven que estaba presa por haber robado un poco de pan.
Cambiamos la política allí y empezamos a incorporarlos en nuestras clases de cultura. Cuando comenzaron a dejarnos jugar al fútbol, yo creé el equipo de Los Aguilillas, que eran todo presos comunes, y nos llevábamos todos los campeonatos. Son presos sociales, producto de una situación como la que vivimos hoy”, apunta. “Y luego ocurrió el fenómeno de que muchos de ellos volvían a la cárcel al año, o a los seis meses, por trabajo clandestino”.
El árbol y sus frutos
“Yo sólo con una noche condenado a muerte podría escribir un libro (los ruidos, los pensamientos que tienes, una mosca, una hormiga… las gotas de agua cayendo en el silencio). La fuerza de las ideas era lo que me hacía sobrevivir”. Su libro Decidme cómo es un árbol recopila estremecedoras anécdotas sobre su vida. Manuel Vázquez Montalbán quería ser quien escribiera sus memorias.
Pero el destino quiso que el barcelonés encontrara la muerte antes de poder realizarlas. Y Marcos Ana se decidió a escribir el libro con la intención de que “el mensaje llegue. Es un libro que he hecho, no pensando en mis camaradas ideológicos, sino pensando en esa inmensa mayoría de gente que no nos conoce y que tiene de nosotros una imagen prefabricada durante años y años, y que algunas veces resulta infame. Y luego también pensando en la juventud, algo que a mí me obsesiona, porque si no logramos que las nuevas generaciones estén en contacto con nuestras ideas y recojan la bandera...”. Dice que cada día le escriben muchos jóvenes, muchos de ellos despolitizados, lo que para él es su pequeña recompensa. “Son más bien jóvenes asombrados”, dice. “Yo había vivido en el subsuelo de este país y ellos no conocían la historia”. Advierte con humildad que “la experiencia puede llegar a ser contrarrevolucionaria. Por eso tengo discusiones con compañeros de mi generación, porque pienso que no se ha encontrado un lenguaje para llegar a la juventud. Y si no actualizas tu experiencia, se convierte en un estorbo para los impulsos y la iniciativa de quien viene detrás. Además, les quieren hablar desde arriba, y enseñándoles los caminos…”.
Cuando salió de prisión tenía 41 años y, a pesar de haber sufrido una experiencia tan dura, mantenía intacto su corazón de niño. Una entrañable y estremecedora historia con una prostituta al salir a la vida ha dado pie para que Pedro Almodóvar se comprometa a hacer una película sobre su historia.
■ Casi desconocido fuera de Cuba, “es tan potente como el Che”, sostiene el narrador
■ Escribió una biografía novelada del personaje isleño, como las de Guevara y Pancho Villa
Arturo Jiménez
Un personaje de no creer, confiesa Paco Ignacio Taibo II, un revolucionario casi desconocido fuera de Cuba. Pese a ello, el escritor lo considera “una de las grandes figuras de la revolución latinoamericana”. Y se atreve todavía más: “Tan potente como el Che”. Su nombre: Tony Guiteras.
“Fue una especie de socialdemócrata de extrema izquierda, medio anarquista, que cuando toma el gobierno la revolución de 1933, que tira a Gerardo Machado, pone patas pa’rriba al país durante los 100 días que fue ministro de Gobernación: reta a las trasnacionales gringas, les expropia la electricidad, promulga la jornada de ocho horas, nombra por primera vez mujeres alcaldesas en América Latina y anda con una pinche ametralladora Thompson, de las que usaban los gángsters de Chicago, debajo de la bolsa.”
Eso, una sorpresa, un as bajo la manga, es la tercera figura de la serie de revolucionarios que presenta Taibo II, después de haber escrito las biografías noveladas de Ernesto Che Guevara y de Pancho Villa: Tony Guiteras: un hombre guapo y otros personajes singulares de la revolución cubana de 1933 (Editorial Planeta).
¿Tony quién?, le preguntaron azorados los editores a Taibo II cuando les propuso su nueva novela histórica. Y el escritor les respondió, según cuenta en entrevista con La Jornada, en su casa de la Condesa: “Bueno, aquí está la prueba. Si no me creen, leánlo y vean que es tan grande como Villa y el Che”.
De origen cubano, Guiteras nació en Filadelfia y luego sus padres se lo llevaron de regreso a La Habana. “Era un joven de trajecito de tres piezas que después participaría en la revolución que tumba al dictador.”
Más aún. Guiteras coincide en esa época peculiar con otra figura de la revolución del 33: “Un oscuro sargento taquígrafo llamado Fulgencio Batista. Y con el embajador gringo Benjamin Summer Welles, el representante liberal y progresista de Roosevelt, pero que luego de llegar a Cuba se vuelve el representante no liberal y no progresista de los monopolios azucareros, y que además tiene dos vidas, ya que es homosexual de clóset, ¡en la Cuba machista de los años 30!”
Taibo II retoma el anecdotario de dudas que causó su as. “Los de la editorial estaban muy espantados y me preguntaron: ¿Después de Villa y del Che vas a escribir sobre un desconocido?” Sin embargo, el escritor espera que con su nueva novela Guiteras se convierta en un “ex desconocido” y salga del olvido.
Loco, loco, loco
–Pero, ¿por qué no impactó Guiteras en la memoria popular latinoamericana, pese a su carisma e imagen?
–Es un personaje muy de los años 30 y muy aislado en América Latina. No tuvo vivencia latinoamericana, de hecho nunca salió de Cuba. Cuando iba a salir venía para México, a organizar campos de entrenamiento para volver a la isla al mando de un ejército guerrillero. Por cierto, el presidente Lázaro Cárdenas había intervenido echándole una mano. Y en esos momentos, cuando va a salir, lo asesinan a los 27 años, en 1935. Es un personaje que muere extremadamente joven, pero a la vez es un personaje singular por sus gestos y sus actos: loco, loco, loco.
–¿Cómo se acercó por primera vez a la figura de Tony Guiteras, cómo lo sedujo y cómo le siguió la pista?
–Hace 10 años estaba yo en La Habana y me pregunté: ¿y de dónde viene Batista?, pues las historias de la revolución cubana sólo nos dan a un Batista dictador. Ahí empezó la curiosidad por el personaje de Batista, mientras trabajaba en la biografía del Che. De ahí también la curiosidad por la revolución del 33. Tengo varios proyectos y voy acumulando material sobre diversos personajes y hechos. Así se fue creando el archivo Guiteras, a lo largo de varios años. Y conforme trabajaba en éste me iba deslumbrando cada vez más.
Ayer, en conferencia de prensa en el Centro Cultural Donceles 66, Taibo II mencionó algunos aspectos de la vida de Guiteras, como su infancia, en la que a fuerza de voluntad remontó varias enfermedades, como la parálisis de medio cuerpo, estrabismo y cojera, algo parecido, agregó, a como el Che enfrentaba el asma. O como su elegancia de un solo traje, su seriedad, su compulsión de un cigarrillo tras otro, o el siempre estar rodeado de mujeres guapas.
Mientras continúa el proceso taibesco de reivindicación de Guiteras, la edición cubana de esta nueva novela se presentará en la próxima Feria del Libro de La Habana.
■ José Agustín lo ubica como “uno de los escritores mayores” de las letras estadunidense
■ Era un candidato natural al premio Nobel, subraya Hernán Lara Zavala
■ Retrató, junto con John Cheever, el alma verdadera de esa nación, el Estados Unidos profundo, dijo el autor de La tumba
Uno de los escritores contemporáneos más relevantes de Estados Unidos, espejo crítico de la clase media en ese país, John Updike falleció la mañana de este martes, en Nueva York, a los 76 años a causa de cáncer en el pulmón.
La noticia fue dada a conocer por el agente del autor, Nicholas Latimer, quien recalcó que fueron años de lucha del narrador contra esa enfermedad.
Nacido en Shillington, Pensilvania, en 1932, Updike es considerado uno de los más ácidos cronistas de la sociedad estadunidense de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, por ser poseedor de un manejo erudito de temas como el sexo, el divorcio y otros aspectos de la vida en pareja.
Creador prolífico, su bibliografía alcanza en poco más de medio siglo de trayectoria 25 novelas y más de una docena de colecciones de cuentos, así como poesía, ensayos, crítica literaria e inclusive libros para niños.
La serie protagonizada por Harry Conejo Armstrong (desde Corre, conejo hasta Conejo en el recuerdo y otras historias) es su obra más famosa y representativa; en México se encuentra disponible en el sello Tusquets, al igual que su novela más reciente, Terrorista, de 2007.
Figura imprescindible
Galardonado en dos ocasiones con el Pulitzer, en 1982 y 1991, y en una con el premio American Book, cientos de las historias, reportajes y poemas de John Updike aparecieron de manera regular en el semanario The New Yorker desde 1950.
Como narrador exploró habitualmente las motivaciones humanas sobre el sexo, la fe, la razón última de la existencia, la muerte, los conflictos generacionales y las relaciones interpersonales, con un manejo casi artesanal del lenguaje.
Según el escritor mexicano Hernán Lara Zavala, Updike pertenece a esa importante camada de autores estadunidenses nacidos en la década de los 30 que siempre figuraron como candidatos al Premio Nobel, en la que aparecen, además, Saul Bellow (quien finalmente lo obtuvo), Norman Mailer y Phillip Roth.
Por su parte, José Agustín lo sitúa como “uno de los escritores mayores de la literatura estadunidense de todos los tiempos y, por supuesto, figura imprescindible del siglo XX”.
Fue “un cronista sensacional y sumamente virulento y crítico de la clase media gringa. Sobre todo en su saga de Harry Conejo Armstrong, va mostrando cómo, conforme evoluciona la vida del personaje, va decayendo y deteriorándose la vida en Estados Unidos”, describe el autor de La tumba en entrevista telefónica.
“Es el complemento perfecto de John Cheever, cuentista extraordinario, quien tambien trabajó mucho sobre la clase media del noreste de Estados Unidos. Son autores que retratan el alma verdadera de esa nación, el Estados Unidos profundo, la forma en que éste se va deteriorando.”
Especialista en la literatura contemporánea del vecino país del norte, Lara Zavala resalta, también en conversación telefónica, que el autor de A conciencia y La belleza de los lirios “fue un hombre consagrado en cuerpo y alma a las letras, porque nunca cayó, como otros tantos, en impartir cursos, dar clases; se dedicó a escribir, y tuvo una carrera muy brillante”.
Destaca, además, que la obra más importante del autor estadunidense es la ya mencionada saga protagonizada por Harry Conejo Armstrong, que consta de cuatro títulos y dos añadidos, debido a que en cada uno de esos volúmenes diseccionó lo que pasaba década por década.
“Empieza en los años 50, que es la época de la posguerra y el inicio de la recuperación de Estados Unidos; le sigue la de los 60, con el black power, el poder negro; luego, los 70, la etapa de la riqueza de esa nación; y, finalmente, los 80, cuando viene la caída reaganeana.”
Virtuoso del erotismo
Hernán Lara Zavala niega que ser un agudo cronista de la sociedad estadunidense de la posguerra le haya acarreado algún conflicto político a John Updike.
“No tuvo problemas con la izquierda ni la derecha; en terminos políticos, más bien era conservador, pero, como buen escritor, adoptó ciertas causas. Por ejemplo, a través de su personaje Harry Conejo Armstrong se une a la causa del black power”, señala.
“Su ojo era agudo y veía todo, aunque sus personajes no eran como los de Philip Roth, más comprometidos políticamente, más progresitas, sino son personajes más de acuerdo con la clase media. Pero ésa es una cualidad que le permite interpretar de manera más justa y apegada las contradicciones del propio sistema de aquel país.”
El especialista ubica a Updike como sucesor de J.D. Salinger y subraya que eso, aunado a sus colaboraciones como cuentista en The New Yorker, fue determinante para que no fuera demasiado radical en su postura política ni estilo. “Pero encontró la manera de darle la vuelta a eso y supo decir lo más fuerte sin palabras crudas.”
Otro aspecto que destaca Lara Zavala es que, a pesar de que el escritor era protestante, puede considerársele uno de los más grandes del erotismo en la sociedad estadunidense.
“Era extraordinario para narrar escenas de orden amoroso; sus personajes son muy importantes en ese sentido. No hay que olvidar que tiene una novela, Parejas, en la que describe lo que era el intercambio de parejas a finales de los años 60, que se convirtió en un clásico.”
John Updike “era un candidato natural al Premio Nobel. Hay que destacarlo también como gran estilista; tenía un lenguaje muy delicado, cuidado, con un giro poético muy importante, y eso hizo de él un prosista poético. Nunca buscó la publicidad ni la fama, como Norman Mailer”, concluye.
Mucha razón tiene el cineasta español Fernando León de Aranoa cuando, en voz de las protagonistas de su película Princesas, afirma: “Existimos porque alguien piensa en nosotros”. La frase acude a la memoria, acaso de manera circunstancial, luego de dar lectura al magnífico ensayo de Tzvetan Todorov, La vida en común, en el que plantea la condición social del ser humano como aspecto irrenunciable de su naturaleza. En un ejercicio intelectual en el que interactúan filosofía y sicoanálisis, el pensador se ocupa de hablar, no como se hace comúnmente, del lugar del hombre en la sociedad, sino a la inversa, del lugar de la sociedad en el hombre. Así demuestra que el ser humano está condenado a ser incompleto, que aspira al reconocimiento y que su ser, incluso en soledad, está hecho del encuentro con los otros. “¿Qué significa exactamente este hecho admitido de manera general de que el hombre es un ser social? ¿Cuáles son las consecuencias de reconocer que no existe un yo sin un tú? ¿En qué consiste para el individuo la restricción de sólo poder conocer una vida en común?”, se pregunta.
Título: La vida en común: ensayo de antropología general.Autor: Tzvetan Todorov.
Fue pasajera la tal frescura. ¡Qué nos dura el nortecillo, bato! En la frontera tamaulipeca hemos recuperado rápidamente la extraviada claridad.
El equipo de fut de mi carnal ha perdido su condición invicta en el torneo local. Después de aplastar al contrario con cuatro goles sin respuesta en un meteórico primer tiempo; el partido ha sido suspendido por falta de quórum, perdón, por exceso de jugadores expulsados. Ya les había advertido del riesgo uno de sus coequiperos: “vas a ver que va a tratar de compensar, y seguro también nos expulsa a uno de nosotros.” Yo mismo pensé que el árbitro se había europeizado, y solo estaba permitiendo el juego rudo, ¡cuán equivocado estaba!
¿Y tú qué hacías del lado de los contratos, sorry, los contrarios?, me preguntaron los del equipo, después de que se desactivó la bronca. "Pus, organizando la defensa, güey. Había que cuidar la ventaja, ya iban 4 a 3, bato." Uno de los nuestros agrega:"Sí, loco, ese árbitro que mandaron la estaba cajeteando toda. ¿Y qué les dijiste?", me pregunta. "Nada, bato. Uno de ellos se enchiló porqué cuando les expulsaron al tercero de ustedes, él le estaba gritando al cuervo, y yo le dije: ‘¿Pus, quien está pitando, compa?" Así es, ni la derrota fuera de la cancha ha desmotivado al equipo; a decir verdad, la razón les asiste, siguen encabezando la temporada.
Y la razón nos asiste. Aunque hemos ganado en la cancha, en el papel, i.e., los dictamenes no hemos podido plasmar completamente el apabullante dominio en la contienda legislativa. De Reforma Parcelaria a Reforma Quitapón: agréguese o quítese a conveniencia. No ha de pasar tal vez mucho tiempo para que contemos con Reformas Mutantes o Autocorregibles, a las necesidades de las Big Oil Companies, sorry, del cliente.
Martes Negro. Suerte que en las sui generis headquarters de este exitoso changarro haya televisión con servicio de cable. Una amiga mía que trabaja en una oficina gubernamental no pudo seguir el debate legislativo por interné como yo. Le sugerí que lo hiciera mediante el sitio cibernético del congreso, y pudo lograrlo solo por unos minutos hasta que el administrador de la red bloqueó la pagina electrónica. Tal censura es entendible allí, mucho más difícil de digerir es la sustitución de la programación original del canal del congreso por una alternativa de mayor calidad para el televidente en otras partes de la Republica.
El primer sorprendido de la tardeada es un amigo de la familia que también trabaja una comercializadora. El compa bajito, rechoncho y güero, arriba justo cuando la cabeza visible del movimiento lee su discurso, y me dice: "Yo no sé quien pela a ese cuate todavia." Con tal de no tener que darle una larga explicación (estar pacíficamente organizado e informado sin necesidad de irracionales fidelidades) que me consuma todo el día levanto mi mano, y rápidamente, sin darle oportunidad de que se reponga agrego: "es que aquí estamos muy despolitizados la neta. Eran un poco mas conscientes en el centro y Sur de la Republica, te lo digo porque yo viví alla." Un poco desarmado se despide con un: "eso sí."
Uno de los clientes frecuentes de mi familia llega poco tiempo después. No debe ser muy común que sintonicen el canal del congreso en esta oficina porque el cliente se acerca interesado en saber que es aquello que captura mi atención frente al televisor, y cuando lo ha averiguado me dice: "¡Ah!, por ahí debe estar mi hermano, es diputado (de los azulitos) por Reynosa." Mmm, con un "¿apoco sí?", me ahorro cualquier comentario que pudiera ser erróneo, "sí, por ahí debe andar ahorita." Prefiero reservar mis baterias para darles, de forma suscinta, el contexto del tema que se discute en la cámara a un par de neofitos interesados.
¿He perdido un poco del interés debido a una tragedia más del movimiento, después del agridulce resultado legislativo? Not at all, myths. "A lesson once learned is so hard to forget." Tatuado en mis neuronas está aquel 3 de Julio de 2006 que no se olvida cuando; como por arte de magia, un inverosímil comportamiento estadístico, le concedió la victoria electoral a nuestro ilegítimo presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Actualmente se necesita un huracán de máxima categoría pa' despeinarme siquiera, compas.
No me extraña tampoco el zizagueante comportamiento de nuestros diputados. Ya me lo había adelantado de alguna manera todo el séquito del otrora cuñado más codiciado de Norwich: izquierdosos que retornan con altos puestos gubernamentales, compañeros de francachelas que reciben apoyos económicos para sus investigaciones, estudiantes fallidos (nunca alcanzaron el grado) que encuentran acomodo en la productiva ubre oficial, repatriaciones express para los bien portados, miembros del pequeño círculo casi secta que reciben cobijo burocrático, estancias sabáticas para los ultras, y una larga lista de pequeños lujos que solo una exclusiva membresía puede brindar.
De tal modo, que las ediciones sintácticas de última hora a los dictamenes no me encuentran totalmente desprevenido. ¿Creen que ya he olvidado aquellas propuestas para la Convención Nacional Democrática que nunca se enviaron? ¿O aquel otro escrito que íbamos a dirigir a la UE para recordarle la cláusula democratica de nuestro tratado de libre comercio, y al que le dieron largas para que jamás saliera a la luz pública? La culpa la tengo yo por confiar en promesas de borracho.
La esperanza de amarrar retribuciones (interesantes negocitos) por el contacto con el círculo cercano al ungido, no es más que un microcosmos (aportación involuntaria de una güerita, que espero haya terminado ya las correcciones a su tesis doctoral, por favor no tomes mi mal ejemplo) de una realidad mayor. Obviamente, para que estos contratitos de grandes ligas convengan, el selecto grupo ha de ser de division minúscula. Sobre ese reducido número de iniciados con acceso libre al Olimpo y todas sus ventajas ha dado cuenta puntual mis maestros, amén de las últimas noticias que con calzador se han filtrado y alcanzaron los encabezados de los pasquines del circulo rojillo.
Debo pensar, aunque Mr. McCain me acuse de socialista (lo cual me paso por el arco del triunfo), que el tener una fuerza organizada de 3 millones de pelados (que el peloncito ya quisiera para un dominguito en el Zocalo), y los otros potenciales 75 millones más a la deriva, implicarían una distribución de la riqueza más equitativa. A menos, claro está, que se traicionen los principios o las promesas de esta Revolución Pacífica de principios de siglo. Cargar sobre los hombros de una sola persona (por más valiosa que esta sea) el peso de todo el movimiento, solo puede tener, a mi parecer dos lecturas: apenas está germinando un poder popular real o el líder es un ser sobrenatural bien chipocles.
Los mercenarios de la pluma tienen mas de 2 añejos augurando la desintegracion de la resistencia civil pacifica, y por ende la muerte politica de su cabeza visible. Mientras que los analistas mas picudos han comenzado, aunque arriesgadamente, a vislumbrar la importancia historica del movimiento: la exigua masa organizada influyó en la última legislación sobre la reforma energética, pero no apuestan a reconocerla como la creación de un verdadero poder ciudadano, que en su más amplia acepción sea capaz de instalar una democracia participativa en México.
Hasta el dia de hoy no existen evidencias tangibles de un mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de toda la bola de jodidos en Mexico (y las de nuestros paisas en gringolandia están vertiginosamente empeorando), vaya ni siquiera se han mitigado como las de algunos de nuestros hermanos latinoamericanos. Es por ello que, a menos que nuestro deseo sea avanzar individualmente, esto es, que cada quien se rasque con sus propias uñas, al final mientras la lucha sigue estamos solos, ...o sea, todos LOS RENEGADOS juntos. AL TIEMPO.
Una buena noticia, maestro. Uno de los intelectuales Vargas Llosa acaba de despejar la duda sobre el real significado de la palabra populismo.
SPECIAL REQUESTS:
Comp@s, despues de que a los neoliberales les han fallado todas las recetas esotericas; con tal de que le encuentre la cuadratura al círculo podríamos sugerirles que apliquen las matemáticas crípticas:
“He llegado casi al límite de adonde este cuerpo puede llevarme”, esta frase la pronuncia con aplomo y desenfado Linda Litzie (Frances McDormand), empleada de un gimnasio, al percatarse de la urgencia de someterse a una cirugía plástica completa. Los costos de la intervención son tan elevados que es preciso una solución providencial, misma que llega bajo la forma de un diskette con información confidencial que compromete a la CIA y a uno de sus ex empleados, Osborne Cox (John Malkovich), y que la impaciente Linda podría vender nada menos que a los servicios de inteligencia de la embajada rusa. Esta premisa delirante es uno de los detonadores del thriller vuelto comedia que bajo el título de Quémese después de leerse (Burn after reading) ofrecen hoy los cineastas Ethan y Joel Coen. Al absurdo anterior se añaden, en acumulación irrefrenable, las situaciones más inverosímiles que son capaces de inventar los autores de El apoderado de Hudsucker. Apenas se adelantan aquí unas cuantas: el alcohólico Cox, energúmeno resentido, está casado con Katie (Tilda Swinton), pediatra avinagrada que detesta a los niños; ella mantiene mientras tanto una relación adúltera con Harry Pfarrer (George Clooney), un seductor tan abstraído e impredecible que termina ligándose a la esquizofrénica Linda, con lo que se cierra el círculo que une a todos los personajes con la trama inicial de espionaje involuntario para recuperar la información clasificada. A este embrollo cabe añadir la torpeza monumental de Chad (un Brad Pitt irreconocible), compañero y confidente estrafalario de Linda en el gimnasio, quien termina complicándolo todo. Algunos personajes secundarios completan el cuadro, y uno de ellos (J.K. Simmons), ejecutivo de la CIA, lo hace de manera magistral con líneas contundentes. El conjunto: una gran familia idiota estadunidense, vista con el humor afilado y muy negro de los hermanos Coen.
Después del formidable drama Sin lugar para los débiles (No country for old men), seguía, al parecer, en el zigzag creativo de sus autores, el contrapunto de una farsa, y ésta debía tener proporciones casi cósmicas, por lo que naturalmente debía iniciar con una toma en picada, desde el espacio exterior hasta el planeta Tierra, casi en versión de Google Earth, dirigiendo la lente con precisión de misil hasta el cuartel general de la CIA, donde debía desencadenarse un drama con el despido, a cuán justificado, de uno de sus ejecutivos menos confiables, el maquiavélico Osborne Cox. Lo que seguiría después de este arranque, difícilmente podría tener la sutileza humorística de Fargo, o la misteriosa truculencia de Barton Fink, dos de las mejores cintas de la pareja. Quémese después de leerse ostenta, con fanfarronería similar a la de sus personajes centrales, y con dosis parejas de cinismo, un gusto declarado por el despropósito verbal, por el exceso en las caracterizaciones (Brad Pitt, una imbecilidad sonriente potenciada por las proteínas; Tilda Swinton, un abismo de malevolencia; Frances McDormand, una histérica incontenible), y por un escepticismo radical que hace de la vida política y de las intrigas de los servicios de inteligencia todo un compendio de la estupidez humana.
No sorprende entonces que en los actuales tiempos de crisis financiera global, y de esperanzada corrección política, la sátira de los hermanos Coen defraude las expectativas de sus críticos mejor intencionados en el país del norte, quienes le reprochan, por decir lo menos, irreparables faltas de buen gusto o de coherencia, añorando películas suyas más controladas y, por decirlo rápido, menos cínicas. Sin ser una cinta con tintes muy claros de farsa política, es inevitable pensar que al cabo de ocho años de una administración Bush tan calamitosa como deplorable, la mirada de los realizadores de este hilarante thriller difícilmente podía ser menos ácida y menos cruda. Si a algo remite su tono irreverente es al inventario de mentiras y torpezas políticas padecidas en Estados Unidos estos recientes años. Frente a la obcecación e idiotez, justamente sancionada, de sus altos mandos políticos y militares, la sátira de Quémese después de leerse pega no sólo justo, sino tal vez por debajo de su inspiración posible. Cada personaje en la cinta es emblema exacto de algún idiota satisfecho, en el mundo del espionaje, de la política o de las finanzas. Y si todo ello termina siendo una verdadera caricatura, habrá que dar por ello un crédito mayor a los modelos que al dibujante.
Cumple 25 años de muerto el icono del cine surrealista
Dpa y Notimex
Madrid, 27 de julio. Hoy día, la escena pone la piel de gallina a los espectadores: en primer plano se muestra cómo le cortan el ojo a una joven mujer en Un perro andaluz, primera película del cineasta español naturalizado mexicano, Luis Buñuel, quien escribió esta historia junto con el pintor surrealista Salvador Dalí.
El director de cine, pilar de la cinematografía mundial, cumple hoy 25 años de fallecido, por lo que será recordado en España con una exposición de mil fotografías que realizó para algunas de sus películas.
El objetivo de la muestra en la Filmoteca Nacional, según sus organizadores, es mostrar la otra cara de Buñuel, como un elemento más en la realización de sus películas; será inaugurada el próximo martes y permanecerá hasta octubre próximo.
En las gráficas de Buñuel se pueden apreciar los distintos ambientes de México, ya que retrató tanto selvas tropicales y manglares de Acapulco como zonas urbanas.
Buñuel llegó a México en 1946, donde permaneció hasta su muerte, en 1983. Entre 1947 y 1965 filmó en el país 20 películas, entre las que se encuentra Los olvidados, declarada patrimonio intangible cultural de la humanidad.
La gran mayoría de sus producciones fue realizada en Francia y México. Le gustaba reflejar la visión pesimista y cruel de la vida, como lo demostró en Las hurdes, y la ya mencionada Los olvidados.
Luis Buñuel Portolés nació el 22 de febrero de 1900 en Calanda, España; era hijo de Leonardo Buñuel González y María Portolés Cerezuela. Fue el mayor de seis hermanos y pasó su infancia en Zaragoza, donde estudió la primaria y secundaria en escuelas jesuitas.
Estudió violín y tocó en el coro de la Virgen del Carmen, de Zaragoza; al concluir el bachillerato, a los 17 años, fue a Madrid, donde cursó la universidad; además, practicó boxeo, disciplina en la que fue campeón de peso ligero amateur con el sobrenombre de El León de Calanda.
Se casó con la francesa Jeanne Rucar, a quien conoció cuando estudiaba anatomía en París, y quien obtuvo medalla de bronce en los Juegos Olímpicos realizados en la capital francesa en 1924, compitiendo en gimnasia artística. Con ella tuvo dos hijos, Jean Louis y Rafael. Su afición no fue el cine, sino la literatura. En esa época conoció a los más importantes literatos. Publicó cuentos y poesías; algunas de esas obras fueron usadas posteriormente para sus películas.
Buñuel conoció a Salvador Dalí, Federico García Lorca, Pepín Bello, Juan Ramón Jiménez y José María Hinojosa, entre otros. En 1925 decidió dedicarse al cine y se mudó a París, donde trabajó de asistente y ayudante de dirección en tres películas. Más tarde ingresó a la academia parisina de cine.
En 1928 realizó Un perro andaluz, película considerada de manera unánime como una de las mejores de la historia y máxima exponente del cine surrealista. En su tiempo fue duramente criticada, incomprendida e incluso prohibida.
“No quiero que (la película) alegre a los espectadores, sino que los ofenda”, afirmó Buñuel sobre la intención de la cinta. Sin embargo, lo que en aquel momento conmocionó a la audiencia luego sería modelo de muchas cintas de terror.
Tanto en Psico (1960), de Alfred Hitchcock, como en El silencio de los inocentes (1990), de Jonathan Demme, hay elementos de la cinta. El cantante británico David Bowie estaba tan fascinado con esta obra de Buñuel, que durante una gira de 1976 la mostraba antes de sus conciertos.
El cineasta rompió su relación con Salvador Dalí, a quien había conocido en la residencia de estudiantes en Madrid. Allí tuvo origen la famosa Generación del 27, a la cual también pertenecieron poetas como Federico García Lorca y Rafael Alberti. Buñuel y Dalí volvieron a colaborar en 1930, en la película La edad de oro, que se estrenó en Londres el 2 de enero de 1931.
Tras la proclamación de la República, Buñuel regresó en 1931 a España y un año después filmó el documental Las hurdes, sobre la miseria de los habitantes de la región de Extremadura. Las imágenes de los cadáveres de niños en las calles fueron incluso demasiado brutales para el gobierno de entonces, que prohibió la película, lo que amargó a Buñuel, republicano y convencido miembro del Partido Comunista.
Así, viajó a Hollywood, contratado por los estudios Metro Goldwyn Mayer; ahí conoció a Charles Chaplin y a Serguei Eisenstein. En 1933, financiado por su amigo Ramón Acín, filmó Las hurdes: tierra sin pan, documental sobre la comarca extremeña. Su prohibición le causó un gran desengaño.
La victoria de Francisco Franco en la guerra civil (1936-1939) lo obligó al exilio. Tras varios años más bien inútiles en Hollywood y Nueva York –el Museo de Arte Moderno lo despidió tras ser denunciado por Dalí como comunista–, en 1946 Buñuel y su esposa Jeanne se marcharon a México. El discreto encanto de la burguesía obtuvo en 1963 el Óscar a la mejor película extranjera.
En 1938 visitó Hollywood por segunda vez; el gobierno republicano español, desde el exilio, le encargó la supervisión (como consejero técnico e histórico) de dos películas acerca de la guerra civil española. Después viajó a México, donde vivió 36 años y reapareció en las labores de dirección en 1947, con Gran casino, protagonizada por Jorge Negrete y la argentina Libertad Lamarque. La película fue un notable fracaso comercial y le costó tres años de inactividad.
En 1949 estrenó El gran calavera, y un año después Los olvidados, que provocó duros cuestionamientos hacia su persona. Además, fue una película criticada en Europa, pero triunfó en el Festival de Cannes de 1951, y recibió el Premio de Dirección y Crítica Internacional.
Como director, Buñuel trabajó entre 1929 y 1977 en un total de 32 películas. Además, en 1930 rodó Comiendo erizos, filme mudo de sólo cuatro minutos, con la familia Dalí como protagonista.