Thursday, December 09, 2010

La revista Rolling Stone publica completa la última entrevista realizada al ex beatle

No tengo ningún interés en ser un maldito héroe muerto: Lennon

Soy alguien que hace cosas, no un voyeur, dijo ante las críticas de que lucraba con sus canciones de protesta

Yoko y yo somos una pareja birracial, que está en favor de lo positivo

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Lennon fue recordado este miércoles. En la imagen, su estatua en el legendario bar de Liverpool
Foto Ap



Afp
Periódico La Jornada
Jueves 9 de diciembre de 2010, p. a12

Nueva York, 8 de diciembre. La revista estadunidense Rolling Stone publicó el miércoles la última entrevista completa a John Lennon, hecha el 5 de diciembre de 1980, tres días antes de su asesinato, en la que el ex beatle criticaba que los críticos y los fans quisieran héroes muertos.

En la entrevista, publicada parcialmente luego de su muerte, Lennon la emprende con inusual ferocidad contra sus fans y contra los críticos, que no habían aceptado que se retirara del mundo de la música cinco años antes.

Lo que quieren son héroes muertos, como Sid Vicious y James Dean, afirmó Lennon en referencia al bajista de la banda británica Sex Pistols, fallecido en 1979, y al actor estadunidense, desaparecido en 1955; los dos tenían al morir menos de 25 años.

No tengo ningún interés en ser un maldito héroe muerto, dijo Lennon.

El cantante no descartaba volver a los escenarios con los Beatles, de quienes se había separado 10 años antes. No es improbable. Pero se hará sin bombas de humo, sin maquillaje, sin flashes. Tiene que ser algo tranquilo. Pero podríamos divertirnos bastante. Somos roqueros vueltos a nacer y estamos empezando de nuevo (...) Tenemos tiempo de sobra, ¿no? Tiempo de sobra.

La entrevista, que duró nueve horas en total, fue realizada tres días antes de que John Lennon fuera asesinado por Mark Chapman en Nueva York.

Rechazó críticas

Lennon rechazó las críticas de quienes lo acusaban de haberse convertido en un empresario que se dedicaba a ganar dinero con sus canciones de protesta. “Yo soy alguien que hace cosas, no un voyeur”, dijo.

¿Qué se supone que tengo que ser, una especie de mártir que no puede ser rico?, expresó Lennon, quien también deploró las críticas de la prensa sobre su relación con su esposa Yoko Ono, acusada de ser muy absorbente.

Somos una pareja birracial que está en favor del amor, del feminismo y las cosas positivas del mundo, aseguró. A Yoko la llamo madre, al igual que nuestro presidente electo Ronald Reagan llama mami a su mujer. Y a las personas sin hijos a quienes les parece raro, les digo que cuando hay un niño en la casa uno tiende a llamar de esa forma a la otra persona.

Según el ex beatle, la fantasía de que estuve cortado de la realidad es un chiste. Simplemente soy como cualquiera de ustedes. Estaba trabajando de nueve a cinco, cocinando y cambiando pañales y lidiando con el niño.

Durante varios años no compuse nada, admitió. Fue un gran acontecimiento para nosotros tener el niño; la gente olvida cuánto nos costó y cuántos embarazos perdimos.

Preocupación por Sean

En otra parte de la entrevista Lennon se mostró particularmente preocupado por proteger a su hijo Sean. No quiero que haya fotos de él circulando por ahí. Es peligroso, dijo. No pretendemos tampoco vivir como cualquier persona común y corriente.

Lennon deploró además que la gente siempre juzga y critica, concentrándose en algo que uno dice o en un solo disco o una canción, pero lo mío es el trabajo de toda una vida, desde los dibujos y la poesía que hacía cuando era niño hasta que me muera.

Rolling Stone publicó estractos de la entrevista en la edición homenaje a Lennon, poco después de su muerte, pero el periodista Jonathan Cott nunca había hecho la transcripción completa.

“Hace unos meses, cuando buscaba unos archivos en algún rincón de mi clóset, encontré dos casetes que tenían escrito ‘John Lennon, 5 de diciembre de 1980’. Hacía 30 años que no los escuchaba y, cuando los puse, esa voz increíblemente vívida y animada comenzó a hablar desde ese mágico trozo de cinta magnética”, contó Cott.


The Beatles - Dear Prudence (Subtitulada al ESPAÑOL)

Wednesday, December 08, 2010


Hoy se cumplen 30 años del asesinato del beatle frente al edificio Dakota en NY

Las estrellas morimos en un accidente de avión o nos mata un loco: Lennon

El músico tenía 40 años y era una figura de culto para toda una generación

¿Sabes lo que has hecho?... Acabo de asesinar a John, respondió Chapman

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La última foto de John Lennon en la que sólo se ve a su asesino a su lado mientras el músico le firma un disco, publicada por The New York Times

Dpa
Periódico La Jornada
Miércoles 8 de diciembre de 2010, p. 9

Nueva York, 7 de diciembre. En la última foto de John Lennon sólo se ve a su asesino a su lado. El hombre esboza una sonrisa tímida y mira a su ídolo con sus grandes anteojos mientras el músico le firma un disco.

Un par de horas después los dos hombres volverán a verse: Mark David Chapman sacará su revólver y le disparará cinco veces por la espalda.

¿Sabes lo que has hecho?, le gritó el portero que se encontraba cerca. El asesino contestó impávido: Acabo de matar a John Lennon.

Lennon había cumplido 40 años hacía poco y era una figura de culto para toda una generación. Primero fue su música lo que fascinó a las personas en todo el mundo. Luego fueron sus posturas políticas, su arte y sus happenings los que encantaron y enloquecieron a millones de personas, incluido Chapman.

El joven texano estaba fascinado con Lennon. Incluso se casó con una japonesa porque John Lennon lo había hecho con Yoko Ono. Sin embargo, en algún momento, la admiración mutó en ira. Chapman creía que el músico inglés era el culpable de sus estados de ánimo. Cuando encima este fanático religioso se enteró de que Lennon había descrito a los Beatles como más famosos que Jesús, la ira se transformó en odio.

Lennon vivía en Estados Unidos por esa época. Nueva York se había convertido en su hogar y desde su caro apartamento en el barrio de West Side tenía una vista privilegiada de su querido Central Park.

Sin embargo, el exitoso ex beatle había estado bajo fuerte presión: de la industria discográfica, de las autoridades de migración, de los fans, de los medios, y sobre todo de sí mismo. Después del alcohol y las drogas vino la separación de Ono, luego la reconciliación y en 1975 su hijo Sean. Lennon se dedicó a él y al hogar y ya casi no aparecía en público. La estrella mundial se había convertido en hombre de su casa.

Chapman firmó su permiso de vacaciones como John Lennon y voló a Nueva York. Construyó un altar en su cuarto de hotel y remplazó en su ejemplar del Evangelio de San Juan la palabra John (Juan) por Lennon. Espero a Lennon delante del edificio Dakota, donde vivía el músico, con un ejemplar de El cazador oculto, de J.D.Salinger, cuyo personaje principal, el adolescente rebelde Holden Caulfield, era su héroe. Lennon le firmó un disco delante de su vivienda y le preguntó amablemente: ¿Puedo hacer algo más por tí? Chapman se quedó turbado. ¿Ése era el diablo? Sorprendido por la amabilidad de Lennon, dejó su calibre 38 escondida.

Sin embargo, seguía teniendo consigo su revólver y casetes con 14 horas de música de los Beatles cuando Lennon volvió a aparecer horas más tarde. El inglés bajó de su limusina y pasó delante del joven de 25 años. Mr. Lennon, lo llamó, y le dio cinco tiros. Lennon aún vivía cuando llegó al hospital, pero murió 19 minutos después de haber recibido los disparos. El asesino fue detenido rápidamente. Esperó a los policías delante del Dakota leyendo su libro.

El asesinato de Lennon causó conmoción mundial. Nadie estaba preparado para enterarse del asesinato de uno de los pacifistas más famosos. Los fans se reunieron en todas partes, tocaron su música y cantaron sus canciones. Recuerdo el ruido que hacía la gente que estaba fuera, recordó su hijo Sean, que en ese entonces tenía cinco años. Recuerdo las fogatas y las canciones y los cercos policiales.

Sean, hoy día de 35 años, se parece mucho físicamente a su padre y canta sus canciones. Fue como si despertara de un sueño. Desde ese momento, no volví a ser niño dijo.

Chapman no volvió a estar en libertad. Cada vez que hay un pedido de libertad condicional, Ono lucha contra él, hasta ahora siempre con éxito. Los discos de Lennon se siguen vendiendo, es una estrella. Él mismo sabía que las estrellas no mueren en la cama. O nos morimos en un accidente de avión, o nos mata algún loco, había dicho ya en 1965.



U.S. Vs. John Lennon Trailer



Cuatro décadas de una vida intensa

Dpa
Periódico La Jornada
Miércoles 8 de diciembre de 2010, p. 9

Nueva York, 7 de diciembre. John Lennon nació el 9 de octubre de 1940 en Liverpool. Aquí, las cuatro décadas de su intensa vida:

En los años 40, John Winston Lennon se cría como un chico de clase media. No se trata del working class hero (héroe de la clase trabajadora) que retrató en su canción. En la escuela demostró tener talento, pero era vago y tenía problemas de disciplina.

En los años 50 recibió a los 16 una guitarra y fundó su primera banda, Quarry Man. Quería ser famoso como Elvis Presley, dijo alguna vez. Un año más tarde conoció a Paul McCartney. John Lennon temía a los competidores, pero le permitió participar a Paul, de 15 años.

En los 60, son la dupla de compositores perfecta para el éxito del siglo, Los Beatles, que completan George Harrison y Ringo Starr. Paul era el mejor músico, mientras John, con su mezcla de inseguridad y arrogancia, era el tipo fascinante. Paul, el genial compositor, ponía de manifiesto su empatía con los fans, mientras Lennon intentaba una y otra vez ser distinto. Finalmente, las diferencias los separaron.

Drogas y alcohol

En los 70 entusiasmó a miles de fans con sus happenings. Junto a su segunda esposa, Yoko Ono, protestó contra la guerra y entonó himnos como Give Peace a Chance. Su carrera solista no fue lo exitosa que esperaba, y se recluyó en las drogas y el alcohol.

En los 80, apenas pasados los primeros 11 meses de la década, Lennon es asesinado a tiros delante del lujoso edificio Dakota, en el que vivía, por Mark David Chapman. Las ventas de sus discos solistas se dispararon. Incluso se venden los álbumes de Yoko Ono, como Season of Glass, su primer disco solista editado tras la muerte de su esposo, y en cuya tapa se veían las gafas redondas, típicas de Lennon, cubiertas de sangre.





John Lennon- "Love" Subtitulo en español (By Orion)

Sunday, November 07, 2010


Hoy, 7 de noviembre, se cumple un siglo de la muerte de Lev Tolstói. De este gran escritor ruso se ha traducido prácticamente todo al castellano: sus grandiosas y extensas novelas, sus novelas cortas, incontables narraciones y relatos, sus escritos sobre arte y literatura, su pensamiento sobre distintas disciplinas científicas, e incluso sus diarios y al menos parte de su correspondencia. Pero existe otra vena, una suerte de género insólito que contiene su palabra viva, en la que el escritor dejó plasmado mucho de su pensamiento y de sus inquietudes sobre la vida, el mundo y la época que le correspondió vivir, y que quedó guardada durante décadas en conversaciones, entrevistas y reportajes con escritores y periodistas de diversas revistas y periódicos rusos en el período que va de 1885 a 1910. Estas entrevistas, reportajes y encuentros permiten apreciar al Tolstói cotidiano, inmerso en los pequeños detalles de la vida y en constante relación con los demás. Presentamos aquí tres momentos de estos materiales, hasta ahora absolutamente inéditos en español.

Nota y traducción de
Jorge Bustamante García

Tres encuentros
con Tolstói

EL CONDE TOLSTÓI EN PETERSBURGO1

Nuestros lectores ya saben que el famoso autor de Guerra y paz y Anna Karenina, el conde Lev Tolstói, vino en estos días a Petersburgo. En esta visita a nuestra ciudad del mundialmente conocido escritor, quien escribe estas líneas tuvo oportunidad de conocerlo. El encuentro sucedió en la calle.

Muy temprano en la mañana del 9 de febrero, caminaba yo por el malecón de la Fontanka, entre los puentes Anichkovy y Simeonovsky. Advertí que a mi encuentro caminaba mi conocido B., representante de una gran firma editorial en Moscú, y a su lado marchaba rápidamente un anciano respetable. Su barba grande, cana, espesa, colgaba desde los ojos, las cejas canas, el gorro gris de fieltro bajo el cual se vislumbraba el cabello largo y cano, su abrigo corto con cuello de cordero, como los que usan los pequeños comerciantes, hacían recordar de manera sorprendente al conde Lev Tolstói, tal y como fue dibujado por Repin.




Lev Nikolayevich Tolstoy, retrato de Ilya Repin, 1901

“¿Con quién viene B.? –pensé para mí mismo–. ¿Acaso se trata de Tolstói?”

Entre más me acercaba yo a ellos, más me persuadía de que se trataba realmente de Tolstói.

B. me reconoció, se detuvo, y junto a él se detuvo también su acompañante que tanto interés me despertaba.

–¡Por favor, presénteme a Lev Nikoláevich! –le susurré a B. cuando me saludó.

–Pues bien, Lev Nikoláevich –se dirigió B. a su acompañante–, a propósito hemos salido de casa con usted tan temprano para no encontrarnos a nadie conocido en la calle, y ya lo hemos encontrado aquí. Nada se puede hacer... Permítame presentarle a fulanito de tal.

Tolstói sonrió afablemente, me estrechó con fuerza la mano.

–¿Hace mucho tiempo está usted en Petersburgo? –pregunté, alegrándome de la posibilidad de conversar con el más grande de los escritores rusos.

–Apenas llegué ayer –respondió Lev Nikoláievich.

Su voz, sonora y fuerte, correspondía completamente con su andar firme, animoso, por completo juvenil.

–¿En dónde está hospedado?

–En la Fontanka, en casa de Olsufev, cerca del puente de Pantaleimon.

–Y ahora, Lev Nikoláevich, se ha descubierto que está de incógnito en la ciudad –se dirigió a él B–, mañana todo Petersburgo sabrá que usted está aquí.

–Qué podemos hacer, que lo sepan: yo no me escondo –respondió Tolstói y luego, dirigiéndose a mí, me preguntó con aire casual–: ¿Escribe usted para algún medio?

–Escribo –respondí, mencionando el nombre del periódico en el que trabajo–. ¿Usted permitiría –añadí– informar sobre su llegada a Petersburgo?

–Si eso le puede interesar a alguien, ¿por qué no? Yo no me escondo de nadie durante mi estancia aquí.

–¿No me permite también visitarle, conversar con usted? –me atreví a mencionar

–¡Mm…! Sabe, es poco probable que tenga suficiente tiempo para la conversación que me propone, que seguramente quiere escribir –dijo Lev Nikoláievich y en el tono de su voz se adivinaba un acento más afirmativo que interrogativo.

Le confesé que era para publicar.

–Le pido de favor que me busque. Si es posible, conversaremos, si no fuera así, no se sienta mal. Trate de buscarme tempranito en la mañana. Estaré aquí hasta el miércoles 12 de febrero.

Toda esta conversación la tuvimos mientras caminábamos. Luego me despedí.

Al otro día, a las 9 de la mañana, ya estaba yo en la casa núm. 14 en la Fontanka.

–Su excelencia, el conde, ya se levantó y ya tiene visitas –me informó el portero, señalando hacia una puerta pequeña, entreabierta, que daba acceso a una pequeña estancia donde comenzaba la escalera.

Detrás de esa puerta se escuchaban algunas voces. En una de ellas reconocí la voz de Tolstói. La conversación se escuchaba perfectamente.

–Están de visita el señor director de la biblioteca pública Afanasi Fiodorovich Buichkov y Vladímir Sergeevich Solovev2 –me dijo el portero después de haberle pasado mi tarjeta a Lev Nikoláievich.

No pasó un minuto cuando apareció en el umbral la figura característica del propio escritor:

–Hoy no conseguiré conversar con usted –dijo, bajando un poco la voz y saludándome–. Perdone que no le invite a pasar. El lugar es pequeño y está lleno de gente. De aquí al miércoles aún tenemos mucho tiempo... Encontraremos la forma de hablar... En caso extremo, expóngame en un papel las preguntas que quiere tratar y yo se las contestaré.

Al día siguiente, cuando me aparecí otra vez a las 9 de la mañana en la casa núm. 14 de la Fontanka, encontré ya en la estancia ante la puerta del apartamento temporal de Tolstói a unas cinco o seis personas que aguardaban cita con él. La puerta de su apartamento estaba otra vez entreabierta, pero no sólo no se escuchaba ninguna voz como ayer, sino que resultó que el propio escritor ya no se encontraba. A pesar de que todavía era temprano, él ya había salido de casa.

–Ellos se levantan temprano –nos explicó a los presentes el portero–. Salen durante todo el día, comen a las cinco de la tarde, después vuelven a salir y se acuestan a dormir como a las once de la noche. Aceptan sólo la visita de sus amigos más cercanos y no están solos ni un minuto: siempre hay cinco o seis personas con ellos. Y durante el día mucha gente viene a preguntar por ellos... Si a todos se les permitiera el acceso, no habría en la casa suficiente lugar para colocarlos.

Eché las preguntas a tratar en un sobre cerrado y se lo dejé al portero con la solicitud de entregarlo a Lev Nikoláievich, cuando regresara a casa.

Hasta el mismo miércoles 12 de febrero, es decir el día de su partida, yo no había conseguido conversar con el escritor.

Sabiendo que Tolstói siempre regresaba a casa después de las tres, caminando por el malecón de la Fontanka, decidí, por cualquier cosa, encontrarlo y hablar con él aunque fuera en la calle, ya que era imposible pescarlo solo en casa.

Así fue como tres horas antes de su partida logré encontrarlo, casi en el mismo lugar en que nos encontramos la primera vez.

–¡Oh! ¡Qué bueno que nos hemos encontrado! –exclamó Lev Nikoláievich, al verme–. Aquí nadie nos molestará para que hablemos. Yo recibí sus preguntas.

–Usted me pregunta –comenzó Lev Nikoláievich después de una pequeña pausa– mi opinión sobre la unión de escritores que acaba de surgir entre nosotros.3 No cabe más que una opinión. La Unión es emblema de unidad, y la unidad entre las personas en general, y entre los escritores en particular, es desde hace mucho muy deseable. La discordia entre los escritores engendra discordia entre los lectores. Se forman no sólo capillas entre los que escriben, sino también entre los que leen. Si solamente esta unión de escritores que apenas está surgiendo fuera una unión honesta y de buen espíritu, sólo queda desearle éxito. En cuanto a su segunda pregunta del tribunal del honor entre los escritores,4 es una pregunta demasiado importante como para limitarse en su planteamiento en dos o tres frases. Sobre ello hay que hablar más detalladamente, y, puede ser, con el tiempo me ocuparé de ello.

En ese momento se acercó a nosotros el príncipe E.5, quien prácticamente me raptó a mi asediado interlocutor.

–Me voy de Petersburgo hoy a las 7 de la tarde. ¡Hasta luego! –me dijo como despedida Lev Nikoláievich, al subirse a la troika del príncipe E., que salió rumbo al apartamento temporal del escritor.

A las 7 de la tarde, a la salida del tren rápido en la estación de ferrocarril, había ya una muchedumbre. Estaban ahí jóvenes estudiantes, damas, civiles y militares. Todos se agolpaban cerca de uno de los vagones de primera clase. En la puerta de este vagón se encontraba el conde Tolstói, hablando con muchas de las personas que lo acompañaban.

De repente, sin saber de dónde, se le acercó una pequeña niña, de unos doce años.

–¡Lev Nikoláevich! –le gritó al famoso escritor–. ¡Mi hermano quiere conocerle!

Tolstói sonrió con su sonrisa suave y amable.

–Y bien, dile que se acerque –le dijo cariñosamente–, ¿dónde está?

–¡Aquí viene! –contestó con el mismo grito forzado la niña y condujo hacia Nikolái Nikoláievich a un pequeño muchacho, de unos catorce años, en uniforme de colegio.

–¡Oh! ¡Pero miren qué grande está tu hermano! Cómo estás –dijo jocosamente Lev Nikoláievich, tendiendo su mano al muchacho.

El muchacho casi con veneración besó la mano del gran escritor y los dos, el hermano y la hermana, como si estuvieran encantados, permanecieron todo el tiempo cerca del vagón.

Siguiendo al muchacho, mucha gente del público comenzó a saludar a Lev Nikoláievich. Se intercambiaron saludos, y cuando se escuchó la tercera llamada y el conde Tolstói cerró la puerta del vagón y se paró sin el gorro de invierno detrás del cristal de la puerta; toda la muchedumbre, como una sola persona, comenzó a despedirse de él, los hombres se quitaron los gorros y sombreros, las mujeres comenzaron a agitar pañuelos, se escuchaban exclamaciones entre sollozos: “¡Hasta la vista! ¡Buena suerte!” El tren se puso en marcha y la muchedumbre se quedó todavía un rato ahí, parada, mirando cómo se alejaba el escritor.

TOLSTÓI SOBRE LA LITERATURA DE SU TIEMPO6

El 8 de abril del presente año visité Yásnaia Poliana.

Un día maravilloso, primaveral.

Desde lejos observé, en alguna de las construcciones aledañas a la casa del escritor, varias personas que trabajan en los invernaderos. Al acercarme les pregunté cómo podría ver a Lev Nikoláievich. Me indicaron las habitaciones del médico del escritor.

Dushan Petrovich Makovitsky, el médico permanente del conde, es una persona muy simpática, de amplia cultura y amable.

En la conversación, que rápidamente adquirió un carácter desenvuelto y amistoso, le comenté que uno de mis sueños de hace tiempo era visitar al conde, que ahora había venido sólo por desahogar el alma, para descansar al menos un poco del bullicio de la vida actual.

Esas mismas palabras se las dije una hora después a Lev Nikoláievich, cuando el doctor amablemente me acompañó a su estudio.

Confieso que me turbé un poco al ver ante mí la figura vigorosa característica de Lev Nikoláevich. Muchas veces escuché y leí lo raro que era que el conde concediera más de algunos minutos a sus interlocutores y visitantes, pues algunos lo fatigaban verdaderamente en sus visitas a Yásnaia Poliana.

Puedo considerarme a este respecto como alguien afortunado, puesto que tuve la suerte de conversar con Lev Nikoláevich durante dos días en los que estuve en su casa.

Al escucharme, Lev Nikoláevich dijo:

–Vamos a platicar.

Pasé el tiempo hasta la tarde con la hospitalaria familia de Lev Nikoláevich, y luego conversé con él y algunos momentos de esa conversación me permitiré verterlos aquí con total exactitud.

Nos encontrábamos en el estudio del escritor.

–¿Cuál es su opinión, Lev Nikoláevich, sobre los dos más populares escritores nuestros en la actualidad, Gorki y Leonid Andréiev? –le pregunté–. Muchos, me parece, les reprochan injustamente la ausencia de bondad espiritual y valor artístico, burdamente consideran que su éxito es efímero.

–No, es un reproche justo. Yo por completo soy de esa opinión.

–¿Y qué opinión le merecen los decadentes?

–No son siquiera espinillas, son bubas.

–Pero si muchos les atribuyen incluso una importancia seria a los decadentes y prestan oído a sus búsquedas, a sus nuevas vías...

–¿Acaso vale la pena hablar del decadentismo? –objetó Lev Nikoláevich–. Le digo que es una buba. Alguna vez alguien me mostró lo que escriben; no entendí nada.

–¿A quién de los nuevos escritores prefiere, Lev Nikoláevich?

–Ah, pues Chéjov, me encanta.

–¿Y de los poetas? Por cierto –caí yo en cuenta–, sé que usted no reconoce a los poetas.

–¿Quién le ha dicho eso? –preguntó Lev Nikoláevich–. Simplemente no estoy hecho para los versos, los rompo (la expresión literal es del conde), no tengo oído para la música del verso, pero la idea artística, la imagen artística y la profundidad de espíritu del autor, ya sea que escriba prosa o poesía, siempre las aprecio. A propósito, me han enviado el nuevo libro de poemas de Ratgauz.7 Es alguien que escribe en ruso, con espíritu… Lo conozco bien. Le he prestado mucha atención.

–¿Y qué piensa, Lev Nikoláevich, de otros poetas modernos jóvenes? –le mencioné una serie de nombres bastante conocidos.

–¡No, no! –decía el escritor cada vez que le mencionaba alguno.

–¿Y qué opinión tiene de nuestros escritores así llamados civiles?

Lev Nikoláevich no respondió nada, sólo hizo un movimiento displicente con la mano.

LA MÚSICA EN YÁSNAIA POLIANA8

La conocida pianista Vanda Landovska9 durante su reciente gira artística por Rusia estuvo en Yásnaia Poliana, en casa del escritor Lev Tolstói. Al regresar a Berlín, la artista contó sus impresiones derivadas de esa visita. La vida cotidiana, familiar, del gran escritor ruso es descrita con bastante detalle. El relato, por supuesto, no aporta nada nuevo, pero lo interesante radica en un detalle significativo, poco conocido: el papel que juega la música en la vida íntima y familiar de Tolstói. Vanda Landovska dio varios conciertos en diciembre pasado en Moscú y se encontró en uno de ellos con la condesa Tolstaia, esposa del escritor, quien la invitó a pasar las fiestas navideñas en Yásnaia Poliana.

–En víspera de la Nochebuena –cuenta la pianista– llegamos a la estación Shchekino. El trineo enviado por nosotros ya nos esperaba. Hasta la hacienda recorrimos diez verstas. El tiempo era horroroso, un verdadero invierno ruso: la ventisca y la nevasca helada en todo su encanto. En un trineo pusieron mi clavecín, en otro íbamos nosotros. Nos arroparon con pellizas enviadas amablemente por el conde y la condesa; pero, a pesar de esto, y gracias al frío de treinta grados bajo cero, llegamos a la hacienda totalmente helados. Cuando salimos de la estación, la nevasca era tal que prácticamente el trineo no era conducido por el cochero, sino por los caballos que conocían bien el camino. Después de algunas horas de vagabundeo nos llevaron por fin a la casa del gran escritor. El anhelo de verlo era tan potente, y la calurosa recepción que nos brindaron fue tan encantadora y fascinante, que las impresiones del peligroso viaje se disiparon rápidamente.

Una semana antes de nuestra llegada el conde había tenido un accidente: se cayó de un caballo y se lastimó seriamente. Las magulladuras, sin embargo, se le habían curado pronto, y durante nuestra estancia no se quejó de nada. El conde se sentía excelentemente, emprendía cada día sus paseos regulares y se ocupaba de su abundante correspondencia.

Por la mañana todos nos reuníamos para el desayuno. Yo tocaba una hora y media y después Tolstói se iba a trabajar a su estudio. Después de la comida tocaba otra vez un rato y ya en la tarde, después de las 7, tocaba varias horas, hasta las 11 de la noche. Y así la pasábamos cada día.

Tolstói tiene un sentido musical excepcional y con frecuencia él mismo toca a cuatro manos con su hija. Le gusta, en especial, la música clásica: Haydn y Mozart son sus músicos preferidos. De las obras de Beethoven, prefiere sólo algunas. De los compositores posteriores su más grande favorito es Chopin. Clásicos como Bach, Handel, Jean-Philippe Rameau, Scarlatti despiertan en Tolstói una admiración infinita por su inspiración.

–Es difícil creer –me decía Tolstói– que semejantes joyas se queden en las bibliotecas sin llegar a un amplio público. La música de estos compositores me conduce a otro mundo... Cierro los ojos y me parece que vivo en otros tiempos, muy lejanos de mí, a pesar de que ya he sobrepasado los ochenta años.

A Tolstói le gustan mucho los antiguos bailes franceses. Cada día debía tocárselos. Ante todo, los temas musicales populares están más cercanos a su sensibilidad. Durante un tiempo se dedicó a recopilar temas populares y una parte de ellos la mandó a Chaikovsky con la petición de tratarlos en el espíritu y estilo de Haydn y Mozart, pero nunca en los de Schumann o Berlioz.

Llegué a tocar para Tolstói durante cinco horas, sin interrupción. Y cuando le expresaba mi temor de que la música podría influir en sus nervios, Tolstói me objetaba que, al contrario, los clásicos actúan como un calmante, como no sucede con la mayoría de las obras más recientes. Cuando de lo que yo tocaba, algo no le gustaba, de manera delicada pero completamente franca me lo decía. Todo lo que no tocaba, lo analizaba con profundísima comprensión, como un músico verdadero.

Muchas de las observaciones musicales expresadas por Tolstói, Landovska las anotó como observaciones en extremo justas y críticas, musicalmente hablando.

En Yásnaia Polaina, según sus palabras, el culto por la música es un valor muy alto. La condesa y todos sus hijos son amantes de la música. El hijo mayor, Sergéi, compone, la hija menor, Alexandra, interpreta admirablemente canciones rusas, acompañándose él mismo de una balalaika, mientras los demás palmotean con las manos y la moza Maklakova, hermana de un diputado conocido de la Duma Estatal, bailotea además.

Este es el relato de la pianista Landovska sobre los días que pasó en la casa del gran escritor, y como ella misma dice, son días que se quedarán para siempre inolvidables en su vida.


Notas

1 Publicado el 18 de febrero de 1897 en el Periódico de Petersburgo, firmado con el seudónimo Equis que cobijaba probablemente al periodista Ilya Nikoláievich Izmáilov.

2 Vladimir Soloviev (1853-1900) pensador, filósofo y crítico literario de gran influencia en el pensamiento ruso.

3 A principios de 1897 fue creada en Petersburgo la Unión de Escritores Rusos, entre cuyos miembros destacaban Vladimir Korolenko, N. Mijailovsky, Innokienti Anniensky y otros.

4 El tribunal de honor en la Unión de Escritores estaría obligado a tratar temas como el plagio, las calumnias, etcétera, lo que no deja hoy día de ser cómico y actual (N. del T.)

5 Al parecer se trataba de Iván Georgievich Erdeli, casado con una familiar de la mujer de Tolstói, Sofía Andréievna.

6 Publicado el 18 de mayo de 1906 en Los Registros Bursátiles, firmado por el poeta y periodista de Kiev, Samuel Baskin-Seredinsky.

7 Daniil Ratgauz (1886-1937), poeta lírico en el que se inspiraron músicos como Chaikovsky, César Antónovich Cuí y Rajmáninov para componer algunos romances. Los libros de Ratgauz se conservan aún en la biblioteca de Yásnaia Poliana.

8 Este reportaje apareció en el periódico De madrugada el 29 de febrero de 1908. Había sido publicada antes en Berlín, en la revista Welt Spiegel.

9 Vanda Landovska (1877-1959), pianista y clavecinista polaca que interpretó para Tolstói y su familia a Bach, Mozart, Chopin, además de canciones populares francesas, inglesas, polacas y de otros países.

Tuesday, August 17, 2010

B. Traven en Tampico

Orlando Ortiz


Algunos de los múltiples rostros de Bruno Traven

El 26 de marzo de 1969 falleció Traven Torsvan –tal fue el nombre con el que adoptó la nacionalidad mexicana–, y con él se llevó a B. Traven y a Hal Croves, y tal vez a Ret Marut. También con él se llevó la respuesta al misterio que nadie pudo resolver satisfactoriamente: ¿Quién era el hombre que aproximadamente en 1924 llegó a Tampico? Es más, ¿cómo llegó al puerto?

Dónde vivió o en qué trabajó es un misterio; tal vez algún investigador minucioso pueda, con suerte y paciencia, averiguarlo en el archivo histórico del puerto, en la oficina de correos o en Gobernación. Más que con suerte, diría “con mucha suerte, pues Traven utilizaba varios nombres. Por lo tanto es posible que haya ingresado al país con alguno de los conocidos (Traven Torsvan, Richard Marhut, Ret Marut, Hal Croves, Charles Trefny), pero también con otro que no volvió a usar.

El tesoro de la Sierra Madre es la novela que por antonomasia recoge imágenes de Tampico –en opinión de todos los que han abordado el tema–, aunque en ella nunca menciona el nombre de esta ciudad; tal vez el hecho de que la película protagonizada por Humphrey Bogart se filmara ahí contribuyó a que la gente ubicara en ella la acción; porque, en efecto, para un tampiqueño –dejándose llevar por lo que se ve en la película, más que por haber leído la novela– es fácil identificar de inmediato los sitios por los que se mueve el personaje, pero, insisto, es curioso que en el texto nunca dice estar en Tampico. (Tal vez era demasiado el temor de Ret Marut de ser localizado y aprehendido por las actividades que había realizado en Alemania como activista de izquierda.)

En fin, el caso es que en El tesoro de la Sierra Madre encontramos imágenes del puerto, fundamentalmente del ahora denominado Centro Histórico. Lo interesante es que a diferencia de otros escritores –como Joseph Hergesheimer, Jack London, José Puig Casauranc– que nos han dejado descripciones de Tampico en esa época, fundamentalmente de la sociedad pudiente o profesional, Traven nos da una visión del mundo de los trabajadores, de los que llegaban sin un centavo y debían ingeniárselas para vivir, o mejor dicho, para sobrevivir. Dobbs, el protagonista de la novela mencionada, deambula por la Plaza de la Libertad (en el libro no tiene nombre), sin un centavo en la bolsa y muerto de hambre. Le pide ayuda a un extranjero vestido de blanco que le da un peso: mucho más de lo que él esperaba. “¿Qué haría con aquel tesoro? ¿Cenaría y comería o cenaría dos veces? Tal vez sería mejor comprar diez cajetillas de cigarros Artistas o tomar cinco tazas de café con pan francés”. Después de mucho pensarlo abandona el banco de la plaza y se dirige al hotel Oso Negro.

No hemos encontrado ningún hotel con ese nombre en otras fuentes, pero por los datos parecería ser un edificio ubicado en una esquina de la Plaza de la Libertad. Hace referencia a que el auge había llegado a Tampico tan rápidamente que ni tiempo habían tenido de construir hoteles, de ahí que hubiera muy pocos y carísimos; dice que cobraban diez o quince dólares por un cuarto en que sólo había un catre, una silla y una mesita. El huésped podía esperar que por ese precio, cuando mucho, el catre contara con mosquitero (pabellón, se le decía en Tampico) y hubiera suficiente agua fría, porque la caliente era un lujo. “En el piso bajo del hotel Oso Negro había una tienda atendida por un árabe, en la que se vendían zapatos, botas, camisas, jabón, perfumes, ropa interior para damas y toda clase de instrumentos musicales. A la derecha había otra tienda que vendía sillas para escritorio, libros sobre localización y perforación de pozos petroleros, raquetas de tenis, relojes, periódicos y revistas americanas, refacciones para automóviles y linternas.” Se llegaba al patio del hotel por un corredor que había entre ambas tiendas y al cual se accedía por un zaguán abierto noche y día. En la planta alta había cuatro cuartos miserables, con vista a la calle, y otros cuatro con vista al patio... no abundaremos en la descripción, sólo apuntaremos que al parecer cobraban doce dólares por cada cuarto con sus respectivas camas llenas de chinches. No dudamos de que hubiera tales abusos, pero también podemos decir que en La Barcelonesa, Fonda, domiciliada en Madero 42 Oriente, Dobbs hubiera conseguido una cama desde $3 semanales, o alimentos y cuarto por $1.50 centavos diarios; en el Gran Hotel Centenario, la tarifa fluctuaba entre $1.50 y $3.50 diarios. El caso es que en el Oso Negro “había sólo dos duchas de agua fría; la caliente no se conocía allí, las duchas servían a todos los huéspedes y muy a menudo el agua se acababa porque el depósito contenía una cantidad muy limitada, que la mayoría de las veces se obtenía comprándola a los aguadores, los que la conducían sobre el lomo de un burro en latas que habían sido de petróleo”.

El patio del hotel estaba rodeado de cuartuchos construidos con pedazos de madera, los techos eran en parte de cartón y en parte de lámina acanalada, las puertas estaban cayéndose y era imposible tener privacidad en esas barracas. En cada una de ellas había catres muy juntos, para que cupieran más huéspedes. A eso había que sumar, nos dice, el humo de una hoguera que ardía en el patio las veinticuatro horas, utilizada por los chinos para calentar el agua en la que hervían la ropa de su lavandería. El fuego lo alimentaban con todo lo que encontraban a la mano: “Zapatos viejos, basura y hasta excrementos secos.” En la oficina del hotel había anaqueles destinados a cosas que encargaban los huéspedes o eran retenidas por el dueño mientras le pagaban. Estos casilleros, nos parece, concentran, metafóricamente, el drama de los trabajadores extranjeros o fuereños: dejaban ahí sus cosas, en depósito, mientras encontraban algún trabajo. Algunas de esas maletas, cajas o líos de ropa llevaban años, lo cual podía significar que el dueño había encontrado trabajo, tal vez, en algún barco, pero también que “sus huesos podían estar blanqueándose al sol en cualquier sitio de Venezuela o de Ecuador. ¿Quién se preocupaba por ello? Quizá estuviera en la cárcel, muerto de sed, devorado por algún tigre o sufriendo por la mordedura de una serpiente. Su petaca, a pesar de lo que a él pudiera haberle ocurrido, permanecía bien guardada en el hotel”.

Cabe aclarar que el cuestionamiento a la tarifa del hotel que nos da B. Traven no pretende negar su estadía en el puerto. A su favor hablan muchísimos más detalles que sólo viviendo en Tampico podía haber registrado de manera tan viva como nos los presenta en la novela. Por ejemplo, cuando obtiene un tostón de un hombre vestido de blanco (que a la postre resulta ser el mismo que la primera vez le dio un peso), Dobbs “se dirigió al extremo [de la Plaza de la Libertad] más cercano al muelle en el que atracaban los cruceros y barcos de carga. Allí se había establecido un café sin puertas, paredes ni ventanas, cosa que en realidad no necesitaba, pues permanecía abierto veinticuatro horas diarias. Dobbs pidió una taza grande de café con un cuarto de libra de azúcar. Cuando el mozo colocó el vaso de agua helada frente a Dobbs, éste elevó la vista hacia la lista de precios y gritó: –¡Bandidos, ya le subieron cinco centavos al precio de su apestoso café!” Seguramente se refiere al Café Oriental.

De igual manera hace referencia a los jóvenes que siempre se paraban en la esquina del Hotel Southern (en los bajos de éste se encontraba la fuente de sodas y droguería Sanborns –que más tarde abrió una sucursal en Ciudad de México, en el Palacio de los Azulejos–; también estuvo ahí, años después, el bar Manhatan), y esperaban “a que alguien los invitara al bar Madrid o al Louisiana, para ayudarles a gastar el dinero emborrachándose.” No insinúa prostitución masculina, sino oportunismo, pero no descartamos que aquella se diera. También hace alusión a la joyería La Perla, que en sus cuatro escaparates exhibía “una profusión de oro y de diamantes que difícilmente podría verse en Broadway”, y lo paradójico, apunta, es que no hay lugares dónde lucir tales joyas, pero se debe, piensa, a que hay dinero y en Tampico “no era posible comprar carros lujosos, porque no existían carreteras para ellos y la mayoría de las calles se hallaban en condiciones tales, que sólo carretones podían transitarlas”.

Dobbs y un amigo contemplan las joyas de La Perla y piensan muchísimas cosas, pero no se les ocurre que podrían robarlas, porque en todo ese tiempo de auge petrolero no ha habido asaltos espectaculares en el puerto, y en el único asalto a un banco “todos los asaltantes habían sido muertos y el que los esperaba afuera en un carro, herido y transportado al hospital, en donde se había hecho lo indecible porque no sobreviviera”. Desde luego que la delincuencia estaba presente, es más, “por todo el puerto había carteristas, y eran los americanos quienes, por supuesto, llevaban la batuta”.


Cuando lo fichó la policía de Londres, Bruno Traven usaba el nombre de Ret Marut

Una referencia más de que conocía la región se puede encontrar en el inicio de su relato “El visitante nocturno”, del cual transcribimos un fragmento: “Una espesura impenetrable cubre las amplias llanuras de las cuencas del Pánuco y del Tamesí. Sólo dos líneas de ferrocarril atraviesan los 90 000 kilómetros cuadrados de esta parte de la tierra caliente. Las poblaciones se acurrucan tímidamente alrededor de las pocas estaciones de tren. Hay muy pocos europeos y viven prácticamente aislados unos de otros.” Y en una carta remitida a su editor y fechada el 5 de agosto de 1925: “Escribí esta novela [Los pizcadores de algodón] en la selva, en un jacal indígena que no contaba con mesa ni sillas y donde tuve que anudar cuerdas para fabricarme mi propia cama, en forma de una hamaca nunca antes vista. La tienda más cercana en que podía comprar papel, tinta o lápices estaba a 35 millas de distancia. En ese entonces no tenía otra cosa que hacer y contaba con un poco de papel. No era mucho y tuve que llenarlo de ambos lados con un cabito de lápiz.”

En Los pizcadores de algodón Traven plasma –principalmente en la segunda parte, que denomina segundo libro– escenas que remiten a la vida en y de Tampico. Ya es un ambiente distinto al de El tesoro..., la historia la ubica ahora en panaderías, cafés y en el ámbito sindical. El humor, o mejor dicho, ese humor tan especial del autor –como puede verse en las líneas transcritas en los párrafos anteriores–, adquiere mayor nitidez en esta obra. En síntesis, B. Traven nos da en sus páginas una visión distinta a la de otros extranjeros que pasaron por el puerto y muy interesante del Tampico de los primeros años del siglo XX.

Cabe señalar que la llegada por mar a Tampico debió ser muy impresionante, pues todos los escritores antes mencionados y algunos otros viajeros así lo consignan en sus escritos. En cambio Traven no menciona para nada cómo fue su llegada a nuestra ciudad. Si lo hizo por tierra, es posible que nada le llamara la atención, y si fue por mar, existe la posibilidad de que llegara clandestinamente en un “barco de la muerte”*, o de polizón en uno normal y por lo tanto metido en alguna bodega o en el cuarto de máquinas, por eso nunca vio la Barra ni lo que bordeaba al Pánuco, desde el mar hasta el muelle fiscal.

*Ese nombre, o también “suicidas”, se le daba a los buques sin papeles ni documentación en regla, que hacían encallar o hundían a propósito –a veces con todo y tripulación– para que el dueño pudiera cobrar el seguro respectivo.




Monday, August 09, 2010


Murió el compositor Roberto Cantoral


MEXICO, D.F., 8 de agosto (NOTIMEX).- La carroza fúnebre con los restos mortales de Roberto Cantoral arribó al Palacio de Bellas Artes y fue recibida por un fuerte aplauso del público, así como el sonido de un organillero con el éxito “El reloj”.
Después de las 16:00 horas, Itatí Cantoral, hija del compositor, que falleció la víspera, acompañada de su familia, llegó al recinto con un semblante destrozado, mientras amigos esperaban el féretro.
Con un fuerte aplauso y de fondo musical “El reloj”, interpretado ahora por siete músicos, inició el acceso al público, que a una distancia de cerca de un metro se despidió del maestro Cantoral.
El féretro en donde descansan los restos de Roberto Cantoral permaneció cerrado y los asistentes sólo se conformaron con ver el ataúd y algunos aprovechan para dejar algunos arreglos florales.
Previo a su llegada a Bellas Artes acudieron a la SACM, donde se instaló antes una capilla, Luz Elena González, Silvia Pinal, Alexander Acha y Johnny Laboriel.
La actriz Luz Elena González dijo que se enteró de la noticia por medio de un amigo que tiene en común con Itatí Cantoral y por ello, a pesar de su agenda de trabajo, acudió a darle el pésame a la familia.
“No he podido hablar con ella (Itatí) pero sí con su esposo Carlos y estamos aquí para apoyarla en estos momentos que no hay palabras de consuelo”, abundó.
Agregó que recuerda al maestro Cantoral que hizo historia en la música, así como frente a la SACM.
Por su parte, el cantante Alexander Acha señaló que siempre le demostró cariño, sobre todo por el afecto que le tenía a su papá, el cantante Emmanuel.
“El le escribió una canción a mi padre que es memorable y que es hermosa, ‘Al final’. Es alguien que vamos a extrañar muchos y ojalá que esté con el Señor, que es un lugar mejor”, explicó Acha.
De igual manera Johnny Laboriel expresó que fue un ser maravilloso y que ahora le hace honor a una de sus canciones: “Robertito Cantoral, ahora sí ya se te cumplió, vas a estar verdaderamente en el final”.
La actriz Silvia Pinal manifestó: “Nos dejó un legado fantástico, y un recuerdo muy hermoso por todas sus composiciones maravillosas; sin duda va a ser una gente recordada. Yo lo haré con mucho cariño, reconocimiento, oyendo sus canciones y con mucho respeto”.





“Caterina Da Vinci. El Origen”, de Erma Cárdenas

Armando Ponce


MÉXICO, DF, 4 de agosto (apro).- “Una joven aldeana ha dado a luz a un bastardo, predestinado a convertirse en el artista más grande de todos los tiempos”, señalan los editores de Martínez Roca (Grupo Planeta) al presentar de esta manera una “ágil y entrañable” novela histórica, Caterina da Vinci. El origen, donde Erma Cárdenas (nacida en Washington, DC) “devela la infancia de Leonardo, el juicio por sodomía, el fulgor de la Florencia de los Médicis, el Milán de los Sforza, los talleres de los grandes artistas, el esplendor del Renacimiento”.

También se publicita así: “La extraordinaria mujer detrás del gran genio del Renacimiento” y “Caterina y Leonardo recorren un largo camino rodeados por los prejuicios de la época. Sin embargo, ella permanecerá fiel y él acabará por deslumbrarla”.

Cárdenas ha incursionado, se nos informa escuetamente, en diversos géneros y ha publicado El canto de la serpiente, Entes dos espejos, La otra verdad, En blanco y negro (Premio Nacional de Novela José Rubén Romero 2006) y Como yo te he querido (Premio Internacional DEMAC 2008).

Los editores no especifican en ningún momento qué tan histórica es esta novela. Lo cierto es que se suma al “boom” Da Vinci que se voló la barda con El Código Da Vinci. En los últimos años las temáticas de grupos secretos de la Edad Media, símbolos ocultos en obras emblemáticas de Leonardo como La Última Cena, y la búsqueda de la Piedra Filosofal, han dado salida a una cantidad de obras de corte mentiroso que explotan el escepticismo de nuestro tiempo.

Nada como leer la biografía de Dimitri Merejkovski.

Pero dejemos que la escritora comience su novela, a ver si convence al lector de adquirir su libro:

“Durante siglos el arado había abierto en las entrañas de la tierra, penetrándola, desmenuzándola, hasta que, oscura y fértil, se volvió apta para la agricultura. El río, cercado por olivares cuyas ramas se movían con el viento, bordeaba un pueblo, Anchiano. Diez o doce casuchas se apiñaban junto a una vereda, como si su cercanía las protegiera del peligro. En los campos, las espigas despuntaban; las higueras reverdecían.

Caterina salió de una de aquellas chozas. Sus muros mostraban cuarteaduras y el techo tejas rotas. No obstante esa pobreza, por una ventanilla se podía entrever un jarrón lleno de flores. La moza cargaba un cesto que se balanceaba suavemente, al compás de sus pasos. Cuando llegó a la arboleda se detuvo y, alzando la vista... las hojas, al moverse al viento, reflejan la luz, por eso brillan.(1) Aspiró la fragancia del roble; resalta contra el olor a laurel; y, más aún, el perfume dulce del castaño. Tan distraída estaba, captando aromas y paisaje, que tropezó con una raíz. Asustada, levantó el paño para revisar el contenido de la canasta. Gracias al Cielo, ningún huevo se rompió.

Desde una pequeña colina, Vinci deslumbró sus ojos: las torres gemelas del puente levadizo simbolizaban el poderío terrestre; la iglesia, la mano de Dios sobre la Toscana. Fuera de las murallas, se alzaba el barrio medieval. Sus primeros moradores debieron sentir un miedo terrible porque sus hogares estaban a merced del enemigo, pero las épocas cambiaron y la guerra también. A principios del siglo XV, Florencia recibía la carga del ataque y, al firmar un tratado, su suerte incluía todas las posesiones de sus duques.

Cetrina bajó la vereda sin apresurarse. Saludó al herrero, Giusto di Pietro, quien se le quedó mirando con un deseo apenas disimulado. La chica ni siquiera apresuró el paso: estaba acostumbrada a la admiración de sus vecinos. Luego hizo una reverencia a Bartolomeo di Pagneca, el párroco. La sotana, ondulando con la brisa, le recordó sus obligaciones: debo confesarme. El sacerdote preguntaría: “Pecaste? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo?” Y el rubor cubriría sus mejillas, delatándola. Ante su silencio, aquel juez terrible tomaría la palabra: “Te regodeas de tu belleza, aunque constituya una trampa. ¡La peor! Si los hombres vieran bajo la piel, tu alma les causaría asco porque intentas seducir por medio de los sentidos. Al menos, esconde tu cabello bajo un espeso velo”. Ella asentiría, aun sabiendo que jamás acataré esa orden. Y las acusaciones proseguirían, implacables. “Varias devotas te acusan: metes la nariz en todas partes. Tu curiosidad, muchacha, conduce al infierno. Te asemejas a Eva, cuya soberbia la llevó a indagar sobre el bien y el mal. Hoy la humanidad entera padece las nefastas consecuencias de ese fisgoneo.” Tras un bufido, la exhortaría: “¡Cree a ciegas en la Santa Madre Iglesia! Sólo así te salvarás.”

Sin embargo, todavía no estaba hincada ante el sacerdote. Quizá logre posponer... por unos días, añadió para disculparse, mi confesión. La mañana tibia, clara, despejó tales pensamientos. Además, había llegado a su destino: la puerta entreabierta de la casona de los Da Vinci invitaba a pasar.

Tantas veces vio el león alado sobre el pórtico, que ya no le causaba asombro ese imponente escudo de piedra. Atravesó el patio y entró en la cocina. Cerca del fogón, la quietud parecía materializarse. Bajo aquel sosiego, que inmovilizaba tiempo y espacio, los rayos solares se estrellaban contra el suelo. La moza trató de calcular cuánto podía tardarse. Las campanas aún no llaman al Angelus. Por un momento contempló los haces luminosos. Después colocó la canasta sobre la mesa y se distrajo: unos huevos tienen la cáscara blanca; otros, rojiza.

Domenica, la cocinera, ni siquiera la saludó. Tras echar un vistazo a la mercancía, dijo lo de siempre:

--El ama le enviará el pago a tu madre.

--Nos falta harina --estaba consciente de que la patrona perdía con el truque; pero Sea Lucia jamás nos ha negado su ayuda.

El pollo a medio desplumar llamó su atención: pellejos, plumas, entrañas, opatas. Contuvo una arcada. Nunca se acostumbraría a la matanza de animales domésticos. Considero una bendición que rara vez haya carne en nuestro hogar. Si los grandes señores relacionaran los manjares servidos en platones dorados con los despojos que tenía ante la vista, seguramente se alimentarían, como ella, de hortalizas. Entonces, ¿sabes por qué los cascarones de diferentes colores?

--No --refunfuñó la cocinera.

Caterina era famosa por sus preguntas absurdas. Algunas personas hasta la juzgaban idiota. Sólo su hermosura la salvaba del repudio. Tenía un perfil de Madonna. Rostro ovalado, sonrisa tenue, casi displicente, y aquel cabello, de un oro semejante al durazno, que caía en rizos sobre su espalda, hasta las corvas. Mas, si tanta belleza atraía, también presagiaba tribulaciones. Como afirmaba don Bartolomeo, era tentación, abismo, podredumbre, raíz del mal, cuna de vicios.

--¿Minnestra?(2) --indagó la criada, señalando la cazuela--. Sírvete.

--Grazie --tras llenar un tazo, estrujó las hierbas que guardaba en su bolsillo y las echó al suelo. Mezcladas a nabos, zanahorias y col, producían un olor delicioso. Domenica aún no agrega los trozos de res que aderezarán esta sopa. ¿Lo hace para complacerme? Volvió a distraerse. ¿Por qué el vapor sube al cielo? Iba a formular esa interrogante y se contuvo. En ocasiones practicaba la prudencia”.



(1) El pensamiento de cada personaje está en cursivas; las palabras extranjeras, en letra redonda.


(2) Todas las palabras en italiano respetan la ortografía del siglo XV.



Efecto Nostradamus Cap2 El armagedon de Da vinci part 1 de 5

Sunday, July 18, 2010


El inspector Bellamy
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En imagen de archivo, Gerard Depardieu, protagonista de la cinta de ChabrolFoto Reuters
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iempre existe otra historia, siempre hay algo más de lo que el ojo puede capturar (WH Auden). Esta cita del poeta británico aparece en un momento clave del relato más reciente de Claude Chabrol, El inspector Bellamy, cinta policiaca y cuento moral sobre la confesión de una culpa. La historia circular, escrita por Odile Barski y el propio cineasta, se inicia y concluye con la escena de un accidente automovilístico. Entre estos dos puntos, un célebre detective, Paul Bellamy (imponente Gérard Depardieu), se permite un descanso de sus muy plácidas vacaciones en el sur de Francia, para interesarse en el caso de un vendedor de seguros, Émile Leullet (Jacques Gamblin) que para cobrar una prima escenifica su propia muerte, utilizando en su lugar a un vagabundo, a quien coloca en su auto para empujarlo por un precipicio. El cuerpo carbonizado apenas permite la identificación. El criminal busca, sin embargo, con una identidad diferente, al detective Bellamy y se muestra interesado en el caso.

El encuentro de estos dos hombres es el detonador de una serie de equívocos que irán complicándose a medida que avanza la indagación informal. Tratando de elucidar el misterio del fraude criminal, Bellamy se ve obligado a explorar un turbio secreto de familia y a librarse él mismo a la confesión de una vieja culpa.

El inspector Bellamy tiene, en apariencia, la construcción de un clásico relato de Georges Simenon. Su protagonista central, detective en vacaciones, sibarita de obesidad sensual y sonrisa magnética, es un extraño Maigret confrontado a dudas existenciales sobre la persistencia e impunidad del mal y también sobre la solidez del compromiso amoroso. Vive una relación marital demasiado perfecta, goza asimismo de una reputación sin fisuras. Es un hombre exitoso, sediento sin embargo de novedad y de aventura. Incursiona en el momento más inesperado en un asunto criminal que le conducirá a una confrontación dolorosa con su pasado, donde figura la relación con un medio hermano alcohólico e irresponsable (Clovis Cornillac), por quien muestra una extraña condescendencia, y que bien pudiera traicionarlo con su propia esposa.

El fantasma de los celos, la identificación instintiva del perseguidor con el criminal, la superficie engañosa de una armonía doméstica que pende de un hilo, y la tranquilidad misteriosa de la provincia francesa (en los relatos de Chabrol siempre llena de signos inquietantes), son recurrencias típicas, previsibles, que remiten a películas suyas tan oscuras como La ceremonia o El carnicero, pero que aquí no ofrecen ya ni humor negro ni veneno ni sarcasmo. Esto decepciona a muchos espectadores acostumbrados a la mordacidad crítica de Chabrol y descubren aquí un relato tan plácido y moroso como su protagonista estrella, Depardieu, que va librando sus secretos sin mayores aspavientos, en una línea muy fina de observación moral y sicológica.

Observación de la moral burguesa y sus falsas certidumbres; observación también de los mecanismos del crimen, siempre engañosos, capaces de frustrar la avidez mediática y el sensacionalismo. El crimen se confunde aquí con un sutil desequilibrio doméstico y también con la sucesión de simulaciones a que se libra un orden social anquilosado. Es el reino de la mentira observado una vez más por Chabrol, entomólogo de las conductas. Y si no hay solución definitiva al caso de Leullet ni explicación a la extraña defensa cantada con música de Georges Brassens, es porque todo el engranaje de la justicia y sus sanciones puede ser en definitiva una farsa más en una sociedad dispuesta a engañarse a sí misma. Una historia, la de un crimen expuesto a la sociedad, esconde otra historia, familiar y más íntima, tal vez más perturbadora. Chabrol invita a descubrirla en un thriller de apariencia convencional que guarda, sin embargo, el sello de sus más profundas y antiguas obsesiones de autor.



Tuesday, July 13, 2010


El proyecto ciudadano Instrumenta Oaxaca figura en una larga lista de afectados

Impone el CNCA nuevos recortes presupuestales al área cultural

Las iniciativas de beneficio social superan el trabajo de las instituciones federales: expertos

Se negaron recursos a ese programa, porque el consejo no lo gestiona ni organiza, dice funcionaria

Foto
Niño músico de una comunidad indígena del estado de OaxacaFoto Mónica Mateos
Periódico La Jornada
Martes 13 de julio de 2010, p. 4

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) no apoyará más los proyectos culturales de las asociaciones civiles.

Uno de los afectados con ese recorte presupuestal es el proyecto Instrumenta Oaxaca (que opera desde 2003), el cual anunció ayer la cancelación de sus encuentros académicos y artísticos programados para este año: la séptima edición de Instrumenta Verano y la segunda de Instrumenta Contemporánea.

Ignacio Toscano, director de una de las iniciativas más exitosas de desarrollo musical surgida desde y para la sociedad civil, dijo en entrevista con La Jornada que el pasado 23 de junio, en una charla cordial, la presidenta del CNCA, Consuelo Sáizar, le informó que por instrucciones de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público no se apoyaría más con recursos económicos a las asociaciones civiles.

Desaparición del BTE

Según datos del propio consejo, todavía en el primer trimestre de 2010 recibieron dinero al menos 11 asociaciones civiles, entre las que se encuentran el Festival de México en el Centro Histórico AC (10 millones de pesos), Radiodifusoras y Televisoras de Occidente (24 millones de pesos), el Patronato de Amigos de la Orquesta de Baja California (270 mil 748 pesos para su escuela de música y un millón 160 mil pesos para su temporada 2009), Alternativa Cultural por la Equidad de Género (135 mil 374 pesos), Asociación Nacional de Artistas con Discapacidad (340 mil pesos), Fomento Cultural Banamex (2 millones 514 mil 500 pesos), Fundación Cervantista Enrique y Alicia Ruelas (575 mil 339 pesos), El Colectivo Mujeres en la Música (431 mil pesos), Academia Mexicana de Ciencias (un millón 69 mil pesos), y Documental Ambulante (3 millones de pesos).

El año pasado el CNCA otorgó recursos bajo el rubro de donativos a poco más de 70 asociaciones civiles, además de apoyar los proyectos culturales de municipios y estados en todo el país.

Los primeros vientos del recorte presupuestal con el que el gobierno federal castiga al sector cultura se materializaron en septiembre del año pasado con la desaparición del Ballet Teatro del Espacio (BTE), compañía dancística con 43 años de oficio a la que el subsidio de 213 mil pesos mensuales resultó insuficiente.

Se cuestionó sin éxito que los ajustes financieros no tocaran los onerosos sueldos de los funcionarios culturales, en contraste con los de los artistas. Por ejemplo, la titular del CNCA percibe 190 mil pesos mensuales, mientras el salario más alto de un bailarín del BTE era de 9 mil 500 pesos.

También causó polémica el anuncio de la contratación del australiano Ric Birch por 60 millones de dólares para realizar el 15 de septiembre próximo un megashow en el centro de la ciudad de México, estilo inauguración de Olimpiadas (su especialidad), debido al dispendio que ello significa ante las reiteradas peticiones de austeridad del gobierno federal.

Logros significativos

Si bien lo recursos que este año recibiría Instrumenta Oaxaca del CNCA representan 38.46 por ciento del total que requiere, la cancelación de esos apoyos económicos es un factor determinante que llevó a tomar la dolorosa decisión de suspender actividades. Instrumenta Verano debía iniciar actividades el 27 de julio e Instrumenta Contemporánea estaba programado para noviembre, señaló Toscano.

Todavía en febrero les habían comunicado que el financiamiento se encontraba en trámite. Se solicitaron 15 millones de pesos, con los cuales se realizaría, entre otras actividades, un homenaje a la coreógrafa Guillermina Bravo por sus 90 años de edad.

En 2008 Instrumenta Oaxaca recibió del CNCA 5 millones 500 mil pesos, 19.29 por ciento del total de la inversión que requirió para cubrir todo su plan de trabajo. En 2009 fueron 14 millones 300 mil pesos, 47.90 por ciento. El resto de los recursos los aporta el gobierno de Oaxaca y ciudadanos entusiastas, empresarios y organizaciones comprometidos con nuestro programa de desarrollo musical, que a la fecha ha beneficiado a mil 300 alumnos y cuyos conciertos han acudido 160 mil personas, detalló Toscano.

Las cifras hablan por sí mismas: Instrumenta Oaxaca ha dado a luz 47 obras comisionadas, 51 estrenos mundiales, 25 mesas de análisis en diversos foros, discos, videos, programas de televisión.

A decir de especialistas musicales, la labor de proyectos de beneficio social a cargo de instancias como Instrumenta Oaxaca supera el trabajo de las instituciones federales.

No obstante, sí entregará este 2010 el cuarto Premio Iberoamericano Rodolfo Halffter de Composición.

La directora de Vinculación Cultural del CNCA, Susana Phelts Ramos, negó que se esté dando un recorte presupuestal al sector cultura y que se nieguen recursos a las asociaciones civiles: es el mismo presupuesto, sólo que está distribuido de diferente forma.

Argumentó que se negaron los recursos que solicitó Instrumenta Oaxaca para 2010 (15 millones de pesos), porque el consejo no gestiona y no organiza el festival (sic) directamente a través de alguno de nuestros programas institucionales como puede ser Fomento Musical, Desarrollo Cultural Municipal, Apoyos a Estructura Cultural o los que ya tenemos normados.

Instrumenta Oaxaca no es un festival como lo cataloga la funcionaria, sino un proyecto de desarrollo musical académico y artístico.

Phelts señaló que debido a que se entregaron 30 millones de pesos a cada estado para apoyar sus actividades culturales, es a través de los mecanismos que indique cada entidad como se repartirán los fondos a las asociaciones civiles y municipios, así como a proyectos de festejos por el bicentenario; fue una medida de transparencia, una oportunidad para atender solicitudes de todo el país de manera más concreta y directa.

Señaló que se ofreció a Instrumenta Oaxaca un apoyo menor, de un millón de pesos.

Buscamos esquemas para apoyar a aquellos que desean fondos del CNCA, pero bajo una normatividad que permita mayor transparencia. No hay trabas, buscamos eficientar, generar programas que sean medibles por los medios y la ciudadanía. No se están cerrando las puertas a las asociaciones civiles.

Afirmó que el CNCA en 2010 no ha otorgado recursos bajo el rubro donativos, sino que el dinero se ha canalizado a través de diferentes programas. No obstante, en la página de Internet de la institución existe una información que se titula donativos otorgados enero-marzo 2010, la cual, dice Phelts, es la información de los recursos etiquetados por la Cámara de Diputados en 2009.

Revisamos toda la documentación de los proyectos, la comprobación de este dinero que viene etiquetado de la Cámara, hacemos el seguimiento, pero no otorgamos los recursos directamente.

Aseguró que algunas asociaciones civiles gestionaron directamente ante la Cámara esos apoyos. No fue el caso de Instrumenta, señaló; por eso su presupuesto no estaba etiquetado en 2010.