Wednesday, January 28, 2009

Taibo II se propone reivindicar a Tony Guiteras, revolucionario latinoamericano



■ Casi desconocido fuera de Cuba, “es tan potente como el Che”, sostiene el narrador

■ Escribió una biografía novelada del personaje isleño, como las de Guevara y Pancho Villa


Arturo Jiménez


Un personaje de no creer, confiesa Paco Ignacio Taibo II, un revolucionario casi desconocido fuera de Cuba. Pese a ello, el escritor lo considera “una de las grandes figuras de la revolución latinoamericana”. Y se atreve todavía más: “Tan potente como el Che”. Su nombre: Tony Guiteras.

“Fue una especie de socialdemócrata de extrema izquierda, medio anarquista, que cuando toma el gobierno la revolución de 1933, que tira a Gerardo Machado, pone patas pa’rriba al país durante los 100 días que fue ministro de Gobernación: reta a las trasnacionales gringas, les expropia la electricidad, promulga la jornada de ocho horas, nombra por primera vez mujeres alcaldesas en América Latina y anda con una pinche ametralladora Thompson, de las que usaban los gángsters de Chicago, debajo de la bolsa.”

Eso, una sorpresa, un as bajo la manga, es la tercera figura de la serie de revolucionarios que presenta Taibo II, después de haber escrito las biografías noveladas de Ernesto Che Guevara y de Pancho Villa: Tony Guiteras: un hombre guapo y otros personajes singulares de la revolución cubana de 1933 (Editorial Planeta).

¿Tony quién?, le preguntaron azorados los editores a Taibo II cuando les propuso su nueva novela histórica. Y el escritor les respondió, según cuenta en entrevista con La Jornada, en su casa de la Condesa: “Bueno, aquí está la prueba. Si no me creen, leánlo y vean que es tan grande como Villa y el Che”.

De origen cubano, Guiteras nació en Filadelfia y luego sus padres se lo llevaron de regreso a La Habana. “Era un joven de trajecito de tres piezas que después participaría en la revolución que tumba al dictador.”

Más aún. Guiteras coincide en esa época peculiar con otra figura de la revolución del 33: “Un oscuro sargento taquígrafo llamado Fulgencio Batista. Y con el embajador gringo Benjamin Summer Welles, el representante liberal y progresista de Roosevelt, pero que luego de llegar a Cuba se vuelve el representante no liberal y no progresista de los monopolios azucareros, y que además tiene dos vidas, ya que es homosexual de clóset, ¡en la Cuba machista de los años 30!”

Taibo II retoma el anecdotario de dudas que causó su as. “Los de la editorial estaban muy espantados y me preguntaron: ¿Después de Villa y del Che vas a escribir sobre un desconocido?” Sin embargo, el escritor espera que con su nueva novela Guiteras se convierta en un “ex desconocido” y salga del olvido.

Loco, loco, loco

–Pero, ¿por qué no impactó Guiteras en la memoria popular latinoamericana, pese a su carisma e imagen?

–Es un personaje muy de los años 30 y muy aislado en América Latina. No tuvo vivencia latinoamericana, de hecho nunca salió de Cuba. Cuando iba a salir venía para México, a organizar campos de entrenamiento para volver a la isla al mando de un ejército guerrillero. Por cierto, el presidente Lázaro Cárdenas había intervenido echándole una mano. Y en esos momentos, cuando va a salir, lo asesinan a los 27 años, en 1935. Es un personaje que muere extremadamente joven, pero a la vez es un personaje singular por sus gestos y sus actos: loco, loco, loco.

–¿Cómo se acercó por primera vez a la figura de Tony Guiteras, cómo lo sedujo y cómo le siguió la pista?

–Hace 10 años estaba yo en La Habana y me pregunté: ¿y de dónde viene Batista?, pues las historias de la revolución cubana sólo nos dan a un Batista dictador. Ahí empezó la curiosidad por el personaje de Batista, mientras trabajaba en la biografía del Che. De ahí también la curiosidad por la revolución del 33. Tengo varios proyectos y voy acumulando material sobre diversos personajes y hechos. Así se fue creando el archivo Guiteras, a lo largo de varios años. Y conforme trabajaba en éste me iba deslumbrando cada vez más.

Ayer, en conferencia de prensa en el Centro Cultural Donceles 66, Taibo II mencionó algunos aspectos de la vida de Guiteras, como su infancia, en la que a fuerza de voluntad remontó varias enfermedades, como la parálisis de medio cuerpo, estrabismo y cojera, algo parecido, agregó, a como el Che enfrentaba el asma. O como su elegancia de un solo traje, su seriedad, su compulsión de un cigarrillo tras otro, o el siempre estar rodeado de mujeres guapas.

Mientras continúa el proceso taibesco de reivindicación de Guiteras, la edición cubana de esta nueva novela se presentará en la próxima Feria del Libro de La Habana.






Murió John Updike, “virulento crítico” de la debacle de EU


■ José Agustín lo ubica como “uno de los escritores mayores” de las letras estadunidense

■ Era un candidato natural al premio Nobel, subraya Hernán Lara Zavala

■ Retrató, junto con John Cheever, el alma verdadera de esa nación, el Estados Unidos profundo, dijo el autor de La tumba


Uno de los escritores contemporáneos más relevantes de Estados Unidos, espejo crítico de la clase media en ese país, John Updike falleció la mañana de este martes, en Nueva York, a los 76 años a causa de cáncer en el pulmón.

La noticia fue dada a conocer por el agente del autor, Nicholas Latimer, quien recalcó que fueron años de lucha del narrador contra esa enfermedad.

Nacido en Shillington, Pensilvania, en 1932, Updike es considerado uno de los más ácidos cronistas de la sociedad estadunidense de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, por ser poseedor de un manejo erudito de temas como el sexo, el divorcio y otros aspectos de la vida en pareja.

Creador prolífico, su bibliografía alcanza en poco más de medio siglo de trayectoria 25 novelas y más de una docena de colecciones de cuentos, así como poesía, ensayos, crítica literaria e inclusive libros para niños.

La serie protagonizada por Harry Conejo Armstrong (desde Corre, conejo hasta Conejo en el recuerdo y otras historias) es su obra más famosa y representativa; en México se encuentra disponible en el sello Tusquets, al igual que su novela más reciente, Terrorista, de 2007.

Figura imprescindible

Galardonado en dos ocasiones con el Pulitzer, en 1982 y 1991, y en una con el premio American Book, cientos de las historias, reportajes y poemas de John Updike aparecieron de manera regular en el semanario The New Yorker desde 1950.

Como narrador exploró habitualmente las motivaciones humanas sobre el sexo, la fe, la razón última de la existencia, la muerte, los conflictos generacionales y las relaciones interpersonales, con un manejo casi artesanal del lenguaje.

Según el escritor mexicano Hernán Lara Zavala, Updike pertenece a esa importante camada de autores estadunidenses nacidos en la década de los 30 que siempre figuraron como candidatos al Premio Nobel, en la que aparecen, además, Saul Bellow (quien finalmente lo obtuvo), Norman Mailer y Phillip Roth.

Por su parte, José Agustín lo sitúa como “uno de los escritores mayores de la literatura estadunidense de todos los tiempos y, por supuesto, figura imprescindible del siglo XX”.

Fue “un cronista sensacional y sumamente virulento y crítico de la clase media gringa. Sobre todo en su saga de Harry Conejo Armstrong, va mostrando cómo, conforme evoluciona la vida del personaje, va decayendo y deteriorándose la vida en Estados Unidos”, describe el autor de La tumba en entrevista telefónica.

“Es el complemento perfecto de John Cheever, cuentista extraordinario, quien tambien trabajó mucho sobre la clase media del noreste de Estados Unidos. Son autores que retratan el alma verdadera de esa nación, el Estados Unidos profundo, la forma en que éste se va deteriorando.”

Especialista en la literatura contemporánea del vecino país del norte, Lara Zavala resalta, también en conversación telefónica, que el autor de A conciencia y La belleza de los lirios “fue un hombre consagrado en cuerpo y alma a las letras, porque nunca cayó, como otros tantos, en impartir cursos, dar clases; se dedicó a escribir, y tuvo una carrera muy brillante”.

Destaca, además, que la obra más importante del autor estadunidense es la ya mencionada saga protagonizada por Harry Conejo Armstrong, que consta de cuatro títulos y dos añadidos, debido a que en cada uno de esos volúmenes diseccionó lo que pasaba década por década.

“Empieza en los años 50, que es la época de la posguerra y el inicio de la recuperación de Estados Unidos; le sigue la de los 60, con el black power, el poder negro; luego, los 70, la etapa de la riqueza de esa nación; y, finalmente, los 80, cuando viene la caída reaganeana.”

Virtuoso del erotismo

Hernán Lara Zavala niega que ser un agudo cronista de la sociedad estadunidense de la posguerra le haya acarreado algún conflicto político a John Updike.

“No tuvo problemas con la izquierda ni la derecha; en terminos políticos, más bien era conservador, pero, como buen escritor, adoptó ciertas causas. Por ejemplo, a través de su personaje Harry Conejo Armstrong se une a la causa del black power”, señala.

“Su ojo era agudo y veía todo, aunque sus personajes no eran como los de Philip Roth, más comprometidos políticamente, más progresitas, sino son personajes más de acuerdo con la clase media. Pero ésa es una cualidad que le permite interpretar de manera más justa y apegada las contradicciones del propio sistema de aquel país.”

El especialista ubica a Updike como sucesor de J.D. Salinger y subraya que eso, aunado a sus colaboraciones como cuentista en The New Yorker, fue determinante para que no fuera demasiado radical en su postura política ni estilo. “Pero encontró la manera de darle la vuelta a eso y supo decir lo más fuerte sin palabras crudas.”

Otro aspecto que destaca Lara Zavala es que, a pesar de que el escritor era protestante, puede considerársele uno de los más grandes del erotismo en la sociedad estadunidense.

“Era extraordinario para narrar escenas de orden amoroso; sus personajes son muy importantes en ese sentido. No hay que olvidar que tiene una novela, Parejas, en la que describe lo que era el intercambio de parejas a finales de los años 60, que se convirtió en un clásico.”

John Updike “era un candidato natural al Premio Nobel. Hay que destacarlo también como gran estilista; tenía un lenguaje muy delicado, cuidado, con un giro poético muy importante, y eso hizo de él un prosista poético. Nunca buscó la publicidad ni la fama, como Norman Mailer”, concluye.