Ocampo, 20 años para el “Diccionario de escritores” (Proceso1638/23 de marzo de 2008)
Hace unas semanas apareció en librerías el noveno y último volumen del Diccionario de escritores mexicanos del siglo XX, obra extraordinaria en la que un equipo de investigadores del Centro de Estudios Literarios de la UNAM trabajó durante más de 20 años. Proceso entrevistó a la doctora Aurora Ocampo, directora de ese equipo.
Aurora Maura Ocampo Alfaro, directora, asesora y colaboradora del Diccionario de escritores mexicanos del Siglo XX, nació el 15 de enero de 1930 en Guadalajara, Jalisco. Es una mujer encantadoramente jovial y afable, sonriente siempre, dotada de una inteligencia cordial.
Heredó de sus padres, Ignacio G. Ocampo y Aurora Alfaro Merino (“ambos muy buenos lectores”), el gusto por los libros. En especial debe a su padre, un abogado melómano, el querer y admirar a su tío cuadriabuelo: Melchor Ocampo.
De niña leía a toda hora. Y muchas veces, cuando anochecía y su padre le obligaba a apagar la luz, se las ingeniaba para seguir leyendo bajo las cobijas con una pequeña lámpara de mano.
En 1954, después de cursar estudios de arquitectura, decidió seguir su verdadera vocación y hacer una maestría en letras hispánicas. Así formó parte de la primera generación de estudiantes que disfrutó de la entonces novísima Ciudad Universitaria. Entre sus maestros se encontraban Francisco Monterde, Agustín Yáñez, Julio Torri, José Luis Martínez, Antonio Alatorre y Rosario Castellanos, con quien mantuvo una gran amistad.
Hoy, Aurora Ocampo es uno de las personajes más distinguidos del mundo académico y literario y, gracias a su generosidad, uno de las más queridos.
Se suprimieron las preguntas de Proceso para dejar la palabra a la doctora Ocampo.
Los orígenes del “Diccionario”
En 1956 se fundó el Centro de Estudios Literarios de la UNAM con sólo cinco miembros: Julio Jiménez Rueda, María del Carmen Millán y tres estudiantes becarios: Ana Elena Díaz Alejo, Ernesto Prado Velázquez y yo.
Los estudios sobre literatura mexicana que entonces existían, escritos por Carlos González Peña y por el propio Jiménez Rueda, eran libros destinados a un público estudiantil muy joven, de manera que tuvimos que empezar a buscar datos, a elaborar listas. Lo primero fue hacer índices de revistas, luego, fichas bibliográficas. Tomé clases con una maestra del Instituto de Investigaciones Bibliográficas para aprender a hacer fichas de libros.
Las investigaciones biobiliohemerográficas que hacíamos sobre nuestros escritores se aglutinaron alrededor de un ambicioso proyecto concertado entre la UNAM y el Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1958: realizar una obra enciclopédica acerca de la historia y la cultura en México. Para llevarla a cabo, los diferentes institutos de la Coordinación de Humanidades (el de filosofía, el de historia, el de economía, el de estéticas y, entre otros más, claro, el nuestro) se dieron a la tarea de investigar lo referente a sus respectivas áreas. Con ese objetivo empezamos a reunir información de y sobre muchos autores.
La enciclopedia nunca se hizo, pero la información nos sirvió para elaborar el Diccionario. Este trabajo me proporcionó las bases para hacer mi tesis de maestría, Literatura mexicana contemporánea. Bibliografía crítica, que presenté en 1965.
De manera que esos son los orígenes. Desde esa perspectiva, hablamos de una obra que comenzó hace más de 50 años.
Por qué no hay autores anteriores al XX
La primera edición del Diccionario se agotó en los años sesenta, pero no fue sino hasta 1980, cuando Rubén Bonifaz Nuño asumió por segunda vez la dirección del Instituto de Investigaciones Filológicas, que se aprobó hacer una segunda edición. Como todo es perfectible, nuestra intención no fue solamente actualizar la primera, sino corregirla, rehacerla.
Nos dimos cuenta de que teníamos mucho más información y decidimos hacer varios volúmenes. Ernesto Prado planteó reunir toda la que tenía sobre los escritores de la época colonial y del siglo XIX en un solo tomo. Su intención era abarcar la escuela realista con Federico Gamboa, Rafael Delgado y otros, hasta los modernistas –en esos años él trabajaba en los índices de la Revista Azul–, y de los que quedaban fuera de esas generaciones hasta los autores nacidos en 1869.
Trabajó durante mucho tiempo en ese proyecto. Se jubiló y dejó el Centro de Estudios Literarios en 1990, pero siguió trabajando en su casa, donde concentraba todos sus papeles. Por desgracia murió inesperadamente en 1997 y su familia no quiso entregar el material que él había reunido.
Como hay tantos investigadores y estudiantes que buscan información sobre autores coloniales y decimonónicos, se ha decidido hacer una edición facsimilar de la primera.
Hacia la edición electrónica
Ahora que ha aparecido el noveno tomo y veo concluida la segunda edición me siento orgullosa, pero no satisfecha. Completar lo relativo al siglo XX todavía nos va a llevar tres años más, por lo menos. Veamos simplemente un ejemplo: el número de escritores nuevos que habrá que incluir cuando se reedite el primer volumen (5 mil ejemplares impresos en 1988, que ya se han agotado) es mayor que el número de los que actualmente están incluidos. Y no nos estamos adentrando mucho en el siglo XXI. Cubriremos sólo hasta 2005.
Por fortuna, nuestro trabajo es ahora un poco más fácil gracias a la informática. Durante los años en que hemos trabajado en el Diccionario nos ha tocado contemplar, padecer y disfrutar una profunda transición tecnológica. Sin embargo, yo todavía sigo haciendo mis fichas a mano, en tarjetas. Las ideas me pasan por el brazo. Pero sin duda será más sencillo y rápido incorporar la nueva información al hacer una versión electrónica del Diccionario, y también será fascinante la cantidad de búsquedas cruzadas que permitirá realizar esa versión electrónica. ¿Quiere uno saber qué escritores mexicanos han escrito sobre César Vallejo? ¿Quiénes han sido los autores que han recibido el premio Villaurrutia? ¿Cuántos han recibido el Premio Nacional de Letras?
Consultas, apoyos y asesorías
Nos hacen consultas frecuentemente de todas partes del mundo. Sostenemos una intensa correspondencia con universidades e instituciones dedicadas al estudio de la literatura. Yo escribo un promedio de 10 cartas por semana. Proporcionamos información gratuita a investigadores, estudiantes, maestros. Muchas personas buscan nuestro apoyo. Por ejemplo, Hugo J. Verani nos solicitó la toda la información bibliohemerográfica mexicana relativa a Octavio Paz para incorporarla a su Bibliografía crítica de Octavio Paz.
En la época en que el doctor Gutierre Tibón estaba haciendo el proyecto para la Enciclopedia de México, le proporcionamos fichas abreviadas de muchos escritores. Hemos atendido muchas peticiones. A veces nos dan crédito, otras simplemente nos fusilan. También nos han pedido asesoría para hacer diccionarios semejantes al nuestro. Venezolanos egresados de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM me invitaron a través de la Universidad de Caracas y estuve con ellos varias semanas explicando lo que hicimos y dándoles sugerencias. También los cubanos nos han buscado con el mismo propósito. Y Dimas Lidio Pitty, quien vivió varios años en México como exiliado político y ahora es miembro de la Academia Panameña de la Lengua, también ha entablado relación con nosotros con esa intención. La labor alrededor del Diccionario es virtualmente interminable.
Aurora Maura Ocampo Alfaro, directora, asesora y colaboradora del Diccionario de escritores mexicanos del Siglo XX, nació el 15 de enero de 1930 en Guadalajara, Jalisco. Es una mujer encantadoramente jovial y afable, sonriente siempre, dotada de una inteligencia cordial.
Heredó de sus padres, Ignacio G. Ocampo y Aurora Alfaro Merino (“ambos muy buenos lectores”), el gusto por los libros. En especial debe a su padre, un abogado melómano, el querer y admirar a su tío cuadriabuelo: Melchor Ocampo.
De niña leía a toda hora. Y muchas veces, cuando anochecía y su padre le obligaba a apagar la luz, se las ingeniaba para seguir leyendo bajo las cobijas con una pequeña lámpara de mano.
En 1954, después de cursar estudios de arquitectura, decidió seguir su verdadera vocación y hacer una maestría en letras hispánicas. Así formó parte de la primera generación de estudiantes que disfrutó de la entonces novísima Ciudad Universitaria. Entre sus maestros se encontraban Francisco Monterde, Agustín Yáñez, Julio Torri, José Luis Martínez, Antonio Alatorre y Rosario Castellanos, con quien mantuvo una gran amistad.
Hoy, Aurora Ocampo es uno de las personajes más distinguidos del mundo académico y literario y, gracias a su generosidad, uno de las más queridos.
Se suprimieron las preguntas de Proceso para dejar la palabra a la doctora Ocampo.
Los orígenes del “Diccionario”
En 1956 se fundó el Centro de Estudios Literarios de la UNAM con sólo cinco miembros: Julio Jiménez Rueda, María del Carmen Millán y tres estudiantes becarios: Ana Elena Díaz Alejo, Ernesto Prado Velázquez y yo.
Los estudios sobre literatura mexicana que entonces existían, escritos por Carlos González Peña y por el propio Jiménez Rueda, eran libros destinados a un público estudiantil muy joven, de manera que tuvimos que empezar a buscar datos, a elaborar listas. Lo primero fue hacer índices de revistas, luego, fichas bibliográficas. Tomé clases con una maestra del Instituto de Investigaciones Bibliográficas para aprender a hacer fichas de libros.
Las investigaciones biobiliohemerográficas que hacíamos sobre nuestros escritores se aglutinaron alrededor de un ambicioso proyecto concertado entre la UNAM y el Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1958: realizar una obra enciclopédica acerca de la historia y la cultura en México. Para llevarla a cabo, los diferentes institutos de la Coordinación de Humanidades (el de filosofía, el de historia, el de economía, el de estéticas y, entre otros más, claro, el nuestro) se dieron a la tarea de investigar lo referente a sus respectivas áreas. Con ese objetivo empezamos a reunir información de y sobre muchos autores.
La enciclopedia nunca se hizo, pero la información nos sirvió para elaborar el Diccionario. Este trabajo me proporcionó las bases para hacer mi tesis de maestría, Literatura mexicana contemporánea. Bibliografía crítica, que presenté en 1965.
De manera que esos son los orígenes. Desde esa perspectiva, hablamos de una obra que comenzó hace más de 50 años.
Por qué no hay autores anteriores al XX
La primera edición del Diccionario se agotó en los años sesenta, pero no fue sino hasta 1980, cuando Rubén Bonifaz Nuño asumió por segunda vez la dirección del Instituto de Investigaciones Filológicas, que se aprobó hacer una segunda edición. Como todo es perfectible, nuestra intención no fue solamente actualizar la primera, sino corregirla, rehacerla.
Nos dimos cuenta de que teníamos mucho más información y decidimos hacer varios volúmenes. Ernesto Prado planteó reunir toda la que tenía sobre los escritores de la época colonial y del siglo XIX en un solo tomo. Su intención era abarcar la escuela realista con Federico Gamboa, Rafael Delgado y otros, hasta los modernistas –en esos años él trabajaba en los índices de la Revista Azul–, y de los que quedaban fuera de esas generaciones hasta los autores nacidos en 1869.
Trabajó durante mucho tiempo en ese proyecto. Se jubiló y dejó el Centro de Estudios Literarios en 1990, pero siguió trabajando en su casa, donde concentraba todos sus papeles. Por desgracia murió inesperadamente en 1997 y su familia no quiso entregar el material que él había reunido.
Como hay tantos investigadores y estudiantes que buscan información sobre autores coloniales y decimonónicos, se ha decidido hacer una edición facsimilar de la primera.
Hacia la edición electrónica
Ahora que ha aparecido el noveno tomo y veo concluida la segunda edición me siento orgullosa, pero no satisfecha. Completar lo relativo al siglo XX todavía nos va a llevar tres años más, por lo menos. Veamos simplemente un ejemplo: el número de escritores nuevos que habrá que incluir cuando se reedite el primer volumen (5 mil ejemplares impresos en 1988, que ya se han agotado) es mayor que el número de los que actualmente están incluidos. Y no nos estamos adentrando mucho en el siglo XXI. Cubriremos sólo hasta 2005.
Por fortuna, nuestro trabajo es ahora un poco más fácil gracias a la informática. Durante los años en que hemos trabajado en el Diccionario nos ha tocado contemplar, padecer y disfrutar una profunda transición tecnológica. Sin embargo, yo todavía sigo haciendo mis fichas a mano, en tarjetas. Las ideas me pasan por el brazo. Pero sin duda será más sencillo y rápido incorporar la nueva información al hacer una versión electrónica del Diccionario, y también será fascinante la cantidad de búsquedas cruzadas que permitirá realizar esa versión electrónica. ¿Quiere uno saber qué escritores mexicanos han escrito sobre César Vallejo? ¿Quiénes han sido los autores que han recibido el premio Villaurrutia? ¿Cuántos han recibido el Premio Nacional de Letras?
Consultas, apoyos y asesorías
Nos hacen consultas frecuentemente de todas partes del mundo. Sostenemos una intensa correspondencia con universidades e instituciones dedicadas al estudio de la literatura. Yo escribo un promedio de 10 cartas por semana. Proporcionamos información gratuita a investigadores, estudiantes, maestros. Muchas personas buscan nuestro apoyo. Por ejemplo, Hugo J. Verani nos solicitó la toda la información bibliohemerográfica mexicana relativa a Octavio Paz para incorporarla a su Bibliografía crítica de Octavio Paz.
En la época en que el doctor Gutierre Tibón estaba haciendo el proyecto para la Enciclopedia de México, le proporcionamos fichas abreviadas de muchos escritores. Hemos atendido muchas peticiones. A veces nos dan crédito, otras simplemente nos fusilan. También nos han pedido asesoría para hacer diccionarios semejantes al nuestro. Venezolanos egresados de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM me invitaron a través de la Universidad de Caracas y estuve con ellos varias semanas explicando lo que hicimos y dándoles sugerencias. También los cubanos nos han buscado con el mismo propósito. Y Dimas Lidio Pitty, quien vivió varios años en México como exiliado político y ahora es miembro de la Academia Panameña de la Lengua, también ha entablado relación con nosotros con esa intención. La labor alrededor del Diccionario es virtualmente interminable.
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