Ron Howard vuelve a estar en el bombo con Ángeles y demonios, una película que no he visto pero que a juzgar por comentarios serios llegados de aquí y de allá "está un poquito mejor que El código da Vinci".
No pocos de los que vieron El código... es muy posible que estén de acuerdo en que se trata de un entretenimiento pasajero con menos gancho del que se esperaba y, eso sí, una factura espectacular. Basada en el libro de Dan Brown, el filme explotó un suceso editorial sin precedentes (incluidos los escándalos por la acusación de plagio) y al final recaudó 800 millones de dólares en taquillas.
Tales referencias aceleraron la filmación de Ángeles y demonios, también de Dan Brown y de nuevo con Ron Howard como director.
Pero no voy a referirme ni a criptas selladas, ni a peligrosas catacumbas, ni a catedrales desiertas, aunque sí a los demonios de un presidente, Richard Nixon, tratados por el mismísimo Ron Howard en un filme del año 2008, que antecedió a Ángeles y demonios y que lleva por título Frost-Nixon.
Lo acabo de ver, y atendiendo a que en los próximos días podrá ser visto en nuestra televisión, traslado el entusiasmo a los lectores.
Siempre dentro del concepto del espectáculo cinematográfico, maravilla constatar cómo Howard toma un hecho histórico convertido en obra teatral (la última entrevista que concediera el ex presidente Nixon en televisión) y arma un filme serio en el que se destacan recursos del thriller, del suspenso y de una reveladora ––en lo político y en lo humano–– comicidad subterránea.
Si se suman tales ingredientes se tendrá una idea de los atractivos de la cinta, recomendable hasta para los que dicen desentenderse de "todo lo político".
Frost-Nixon recrea aquella última entrevista de Nixon, en 1977, tres años después de que los sucesos de Watergate lo expulsaran de la Casa Blanca y que hasta hoy sigue siendo el programa político más visto en la historia de la televisión, con unos 45 millones de telespectadores.
Nixon, político marrullero, se había servido otras veces de la pequeña pantalla para armar sus artilugios y pensaba que el pueblo norteamericano había olvidado lo suficiente como para que él pudiera lavar su imagen pública y preservar un legado de "buen conductor de la nación". (Ello, no obstante que la televisión le jugó una mala pasada en los debates con Kennedy por la presidencia, en 1960. Un encuentro que marcó el inicio de una nueva era, pues Nixon, sudoroso y con el maquillaje corrido, fue aplastado por un JFK impecable y sereno. A partir de aquellos días se instaló una máxima en el medio: más importante que la experiencia o lo que se tuviera que decir, era el atractivo televisivo).
Pero en el verano 1977 el astuto ex piensa que ha llegado el momento de dar el salto ante las cámaras y emprender su operación limpieza. Concederá una última entrevista (que también le reportará mucho dinero) y hablará de su mandato y del escándalo Watergate. No son pocos los que se sorprenden al anunciarse que su entrevistador sería el británico David Frost, un alegre presentador de televisión, conocido por sus programas de variedades más bien frívolos, con poca preparación política y dado a adular a sus invitados. El clásico bocadito para ser devorado y ganarse el ex presidente el corazón y las mentes del pueblo norteamericano.
¿Podrá Frost sacarle a Nixon un reconocimiento de verdadera culpabilidad?
No voy a contar la película porque podrá ser vista, solo decir que cuando se transmitió la entrevista, los políticos norteamericanos tomaron nota del terrible poder que puede tener un primer plano.
Y advertir también que mientras se ve el filme, resulta imposible no pensar en George W. Bush y en esa "entrevista" final de la que, al menos por el momento, ha logrado escapar.
FROST/NIXON TRAILER Subtitulado
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