Thursday, May 07, 2009


El Cancionero de Silvio Rodríguez

VIRGILIO LÓPEZ LEMUS

Yo no he visto nunca a Silvio Rodríguez, y he pasado gran parte de mi vida viéndolo. Jamás lo he oído hablar de cerca, y siempre lo he escuchado atento. Yo no sé quién es privadamente Silvio Rodríguez y lo conozco como a parte de mi propia vida. Creo que con estas frases, nada contradictorias, represento a un grupo dentro de mi generación, la misma del poeta y trovador Silvio Rodríguez (1946), gloria de la cancionística cubana, que acaba de publicar su Cancionero, para mayor esplendor de la poesía insular, continental y de la lengua española.

El Cancionero de Silvio Rodríguez no es un hecho "de paso" para las letras cubanas, no es un libro más. A él debe quedar atenta la crítica literaria de hoy y de mañana. Se trata de un acontecimiento, un hito. Así como Silvio ha influido de manera notable en la nueva canción de nuestro idioma, su obra ha impreso una huella bien clara dentro de la poesía escrita en Cuba por unas seis generaciones de cubanos en los últimos cincuenta años.

"Palabra y música entrelazadas" advierte Roberto Fernández Retamar cuando saluda en breve introducción la edición del Cancionero. La poesía muchas veces ha tenido esa virtud, la de ser cantable, y ya es hora de que las buenas antologías de la poesía cubana no dejen fuera a Longina o a Rabo de nube, dos hitos de las llamadas vieja y nueva trovas, partes de la identidad musical cubana, de la cultura de nuestra Nación y del ritmo y el pensamiento poéticos del pueblo cubano.

Cancionero, editado en 2008 por la Editorial Letras Cubanas, se torna ahora un reto, porque rebasa su carácter de libro de canciones, al modo de aquellos cuadernos con títulos homónimos de la década de 1950, en los que se imprimían todas las canciones de moda, llenos de fotos de sus intérpretes. Cancionero de Silvio Rodríguez es un libro que va mucho más allá de la llamada farándula, puesto que es per se, un hecho literario. ¿Cómo si no juzgar las formas poéticas elegidas, a veces conversacionales, otras dentro de la tradición de la métrica hispánica, algunas rayando con la prosa por un prosaísmo que la poesía coloquialista puso en primer plano en la lírica continental? ¿Qué son esas imágenes y metáforas insólitas, heredadas de las Vanguardias, sobre todo del surrealismo? Pero en especial, ¿qué serían estos textos cargados de lirismo, que comunican explícitamente a la poesía que se hace con palabras e ideas, con los sonidos de esas palabras, entrelazados todos por la guitarra? Guitárrica le llamó una vez Fernández Retamar a este estilo lírico que ya no tiene en cuenta aquel antiguo instrumento cordófono llamado lira, y que, ahora, acompañado de guitarra, se transforma en canción. Canciones han sido los textos que han compuesto los poetas desde el medioevo hasta nuestros días, cantando a veces con (o sin) música acompañante sus penas de amor, sus amores felices, o sus propias vidas y las de los demás.

Yo no diría que todos los textos de Silvio Rodríguez son un primor, un dechado de maravillas, logros del genio poético, pero afirmo que canciones como La gota de rocío están en la mejor tradición de la poesía cubana que viene del siglo XIX, o que el Unicornio azul es uno de los más bellos poemas que se hayan escritos en la Cuba de fines del siglo XX. Si a algunos contenidos los vemos sólo desde el perfil de la crítica literaria, quizás no puedan alcanzar una alta valoración como texto poético, pero ¿algo así no ocurre también en numerosísimos libros de poesía de los más disímiles poetas?

Silvio toca con sus manos y con sus cuerdas la sustancia de la poesía, se expresa a sí mismo y a su medio social, habla y canta sobre preocupaciones "eternas" de la especie humana. Los mejores entre sus escritos son poemas de rango estético suficiente como para ser considerados por exigentes exégesis literarias, porque son literatura, cuentan con lo que ha sido llamado literaturidad, que marca la cualidad estética esencial de un texto genéricamente tratado.

Puedo citar, traer al recuerdo poemas de Silvio tan maravillosamente cantables, y de hecho cantados, como Mientras tanto, Y nada más, Canción de la nueva escuela, El rey de las flores, Un hombre se levanta, Por quien merece amor, En el claro de luna, Cuando te encontré (con Pablo Milanés), Sueño con serpientes, Pequeña serenata diurna¼ y el crítico debe contener aquí su entusiasmo de hacer su propia antología, que, por contenerse, dejaría injustificadamente fuera a las tan conocidas La era está pariendo un corazón, Ojalá, Yo digo que las estrellas, ¿Qué se puede hacer con el amor, y vuelvo a detenerme. Son textos, poemas, canciones suficientes para llenar de goce a un cancionero y a una literatura nacionales. Te doy una canción, Por quien merece amor, Yo soy de donde hay un río traen un léxico, una entonación y un juego de imágenes que colocan a Silvio entre los mejores poetas que su generación ha ofrecido a la evolución del género decisivo de la literatura cubana.

Mucho más puede decirse, discutirse, cantarse y contarse con este libro en manos. Cancionero de Silvio Rodríguez debería, primero que todo, ser recibido con gratitud y luego con alegría. Y con goce, pues él ha tocado en la puerta de la Dama Poesía, ella le ha abierto esa puerta, él la ha penetrado, y felizmente vivo, nos hace herederos universales de su obra, de una obra nacida de ese encuentro del cantor con la Amante-Amada Poesía, obra la suya que también es de nosotros (o es nosotros), pues honda y bellamente nos representa.



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