TONI PIÑERA
Hay hombres que crean fábulas, otros las escriben, otros las sueñan, las pintan, pero están aquellos que las viven. Esos son los artistas que sienten en carne propia el alma de los demás para regalarnos muchas vidas y experiencias, como si hubieran respirado todo el tiempo de la Tierra¼
La cena, 1944. Óleo sobre tela.
Samuel Feijóo, el célebre pintor, ilustrador, poeta, dibujante, escritor, grabador¼ volvió entre nosotros, a través de sus obras pictóricas, en una retrospectiva abierta en una de las salas transitorias del Museo Nacional de Bellas Artes y titulada Samuel Feijóo, un sol desconocido. Cuatro décadas de marcado trabajo artístico (1937-1977) fluyeron en ese espacio donde el público habanero pudo reconocer la obra, en mayúsculas, de un creador "silvestre" como la tierra y cubano-criollo y misterioso, como el mundo sutil reinante en esas piezas que ante nuestras retinas descubren, otra vez, a "uno de los creadores más originales e inquietos del panorama plástico insular del siglo XX", al decir del especialista del MNBA, y curador de la muestra, Roberto Cobas, en las palabras del catálogo.
Varias décadas, transparentadas en poco más de 50 obras, pertenecientes a la colección del MNBA, de su hija Adamelia y otros, subrayan la personalidad del artista, autodidacta, (Las Villas, 1914-La Habana, 1992) para quien pintar y escribir fue su manera de diseñar el universo circundante de una Isla adornada de un paisaje singular y escoltada de unos seres humanos alegres, pero fuertes y seguros en sus convicciones, tal y como lo marcó en su obra.
El recorrido por la exposición, iluminado por ese sol desconocido —que podría resultar para muchos el propio artista, sobretodo para las más noveles generaciones— deja entrever una obra notable e inteligente, que rima con la poesía y el lirismo intrínsecos en él, con su mundo interno, rústico y elegante al mismo tiempo, pero perneado con esa savia popular que empapó todo su quehacer artístico dondequiera que lo tocó.
EN EL REINO DE SU MUNDO
Hay algo que sobresale de su obra, y es que Feijóo fue un artista que podía cambiar de postura pero no de lugar. Era fiel a sí mismo, y de esos pocos que no se aferran a un esquema invariable por miedo a perder su personalidad, pues tal temor solo existe en aquellos que no la poseen, y lo saben. El tuvo un mundo muy suyo, incluso cuando aún no había descubierto a los seres que lo poblaban. Pues, desde sus primero trabajos, se perfilaba su personalidad, aún no descubierta por él en su integridad. Porque el arte, el genuino y visceral, no es consecuencia de lo que el creador sabe de sí mismo, sino la herramienta que le permite descubrir lo que hondamente es, sin que lo sepa.
El creador dedicó su pintura a descubrir su propio mundo y lo abordó desde diferentes perspectivas. Así podemos observar desde aquellos primeros personajes, naturalezas muertas y paisajes de refinados colores —grises cálidos, ocres verdosos, pardos de siena, rosas y sombra¼ — fue avanzando, atrevidamente hacia otras imágenes, rompiendo, podríamos decir el equilibrio y sus límites. La pincelada y el trazo fueron más libres, espontáneos. Un universo que avanzó desde el orden al caos, del reposo al movimiento¼
Cada vez se fueron haciendo más dinámicos los ritmos. Importaba menos lo que contaba que cómo lo contaba. Era alguien que relataba historias con la vehemencia de un fabulador. En las imágenes que coleccionaba en el recuerdo del artista y que he podido confirmarlas hace pocos días en esta muestra dedicada a él en el hermoso recinto habanero, está, antologizado, la biografía de su arte. Algo así como lo que es una colección de fotografías de una persona captada en tomas diversas, desde su juventud hasta la madurez.
Precioso paseo —es menester saludar la curaduría y museografía de la misma— alrededor de Feijóo, confirmación, pues, de su verdad y originalidad en el ámbito de nuestra pintura. Antes expresé que cambiaba de postura, no de lugar, y esto es algo que caracteriza el arte contemporáneo, al de los verdaderos creadores que no benefician un filón invariable. Es que los creadores contemporáneos son autores de obras completas. No se expresan plenamente en un cuadro específico, sino que su valor está en la suma de todos sus momentos (¿en qué cuadro está todo Lam, todo Picasso?). Cada obra es como un fotograma de un filme que, al relacionarlo con el anterior y el posterior, adquiere movimiento.
Por eso, al ver su obra desbordada en estas paredes nos regocijamos por la seriedad, en unas, y el humor, en otras, y en conjunto podemos reconocer la valía multiplicada de su inspiración, en primer lugar de la naturaleza de esta isla caribeña y sus gentes que fueron "retratadas" en toda su dimensión por este hombre visionario, defensor de los humildes, de los campesinos para quienes tuvo siempre abiertas sus puertas, como artista y como maestro. Gracias a Un sol desconocido hemos podido disfrutar nuevamente a plenitud el trabajo de este sincero, tierno e inquieto Samuel Feijóo, que, si nos impacta cada vez que nos encontramos con sus "invenciones", es por su autenticidad.
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